domingo, 16 de septiembre de 2012

La mani

Traducción de La mani

Hace años que no voy a las manifestaciones del 11 de septiembre. Este año, cuando empecé a ver cómo se estaba planteando, me pregunté si iría o no. Pocos días antes me había decantado por no participar, pero en el último momento hubiera ido. Como estaba fuera y todavía no había vuelto a Barcelona, tuve que hacer como el Presi: asistir espiritualmente.

Los motivos por los que había decidido no ir eran diversos. A pesar de que la convocatoria no partía directamente del gobierno, el Presidente la había hecho suya, aunque dijera que no iría, así que se podría entender como un soporte a la política que está llevando acabo, con la que no comulgo en la mayoría de aspectos. En muchos de los comentarios que iba viendo, aparecía el discurso de que, si no hubiese déficit fiscal, Catalunya saldría adelante y. por tanto, se nos tenía que devolver el dinero correspondiente a ese déficit. Este argumento, sin matices, legitimaría a los que tienen sueldos más altos a no pagar impuestos si necesitan el dinero, desentendiéndose de los más desfavorecidos. Tampoco me gustaba que la afirmación de la catalanidad se convirtiese, con demasiada frecuencia en una negación de la españolidad, cayendo en los estereotipos que todos hemos oído por ambas partes. Y no llegaremos a buen puerto echando más leña al fuego.

Pero al final se añadieron a la convocatoria las diferentes sensibilidades suficientes para que me pareciera que la asistencia incorporaría los matices con los que me siento identificado. El motivo principal por el que hubiera participado es decirle al gobierno del PP que no es lícito aprovechar la crisis para recentralizar el estado de las autonomías, de la misma manera que no lo es para cargarse el estado del bienestar. Encuentro inaceptable que, teniendo una balanza fiscal negativa de 16 mil millones de euros en un año, el estado pretenda vincular el préstamo de 5 mil millones de euros a una intervención en las políticas del gobierno catalán, más allá de los aspectos macroeconómicos.

Es innegable que ahora estamos en una situación distinta a la del 10 de septiembre, al margen de los motivos concretos que haya tenido cada uno de los asistentes y también de los no-asistentes. El mismo 11 de septiembre, Iñaki Gabilondo colgó un vídeo (¿Independencia? Las cartas boca arriba) donde pedía que todos se posicionaran. Estoy de acuerdo con él. Una congregación tan grande de gente no se puede tratar como "un lío y una algarabía".

Aunque se esperaba multitudinaria, creo que la manifestación superó con creces el objetivo de los organizadores más optimistas. Pero los diferentes partidos deberían haber previsto esta posibilidad. Y hay algunos que parece que les ha pillado bastante a contrapié, sobre todo a los de ámbito estatal, más concretamente a la parte estatal de estos partidos.

Según mi punto de vista, se siguen cometiendo los errores de siempre desde ambas partes. Una parte de los independentistas lo basa todo en un expolio por parte del Estado, porque toma más dinero del que devuelve. Este argumento, sin más, nos habría impedido recibir ayudas de la Unión Europea durante todos estos años de pertenencia. Si lo matizamos diciendo que la aportación al resto del Estado no debe impedir que se invierta en la misma medida en Catalunya, se entiende mejor. En este sentido, los ejemplos más claros son las infraestructuras de transportes que tendrían mucha incidencia y se les da la misma prioridad que a otras que serán deficitarias. Con esto no quiero decir que éstas se deban abandonar, simplemente se deben estudiar con detenimiento y darles la prioridad adecuada.

Por el otro lado llegan argumentos que me dejan descolocado. Justificar que no se puede plantear, ni siquiera un referéndum sobre la independencia de una parte del Estado, porque no está contemplado en la Constitución lo encuentro espectacular. Resulta que un estatuto refrendado por Catalunya se puede anular porque no es constitucional, en vez de modificar la Constitución para que se acomode a él. En cambio, no hay ningún problema en cambiarla de un día para otro para incluir un techo en la deuda de las administraciones y fijar su devolución como prioritaria. O sea, un referéndum es papel mojado, pero complacer a los mercados bien merece nuestra flexibilidad.

Con una pequeña búsqueda he encontrado en la Constitución el artículo 47:

Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación.
La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos.

Los que se escandalizan de que no se cumpla la Constitución permiten que un banco que ha especulado con la vivienda, y al que se le ha tenido que prestar dinero de todos (y pedir dinero a la UE con un aval de todos), desahucie y deje en la calle gente que se ha quedado sin trabajo. Una manera muy extraña de velar por la Carta Magna, la verdad.

Estos días he ido siguiendo las noticias de los periódicos catalanes y de ámbito estatal. Y también he ido viendo comentarios que deja la gente: hay muchos comentarios exaltados y descalificadores por ambas partes. También los hay que están hechos desde el respeto y con criterio. Además, supongo que los exaltados son más propensos a pronunciarse que los moderados, que los que dudan. Tanto en Catalunya como en el resto del Estado, hay mucha gente que sabe dialogar. De la misma manera que la mayoría de los catalanes no persigue a los castellanoparlantes, la mayoría de la gente del resto de España no nos ve como unos sinvergüenzas que no paran de quejarse. Todas las posturas son lícitas si se defienden respetando a los demás. Defender un encaje en España es tan lícito como creer que todos estaríamos mejor si las relaciones fueran de igual a igual, dentro de la Unión Europea.

Yo creo que el debate se debe abrir ya. Si no lo hacemos lo antes posible, la situación se irá pudriendo cada vez más, y será más difícil encontrar una salida. Este proceso afectará a los intereses de unos y otros. Es más, por muchas previsiones que se hagan y teorías que se puedan establecer, no se sabrá a quién beneficia o perjudica la independencia de Catalunya hasta que no se produzca, si esta acaba siendo la opción. En caso contrario quedará en el terreno de la especulación.

En este debate se tendrá que tener en cuenta que un tema como este tiene una componente emocional muy fuerte. Una persona que viva en Catalunya puede sentirse catalana, española, europea, de otra parte de España (de donde se originaria ella o sus ascendientes, por ejemplo), etc. Estos sentimientos no son excluyentes: alguien puede sentirse vinculado a todo y otra persona sentirse ciudadano del mundo, sin raíces en ninguno de estos sitios. Tampoco todas las adscripciones tienen porqué ser igual de intensas: seguramente alguna será la predominante. Si queremos tratar esta disyuntiva con éxito, debemos tener claro que los sentimientos son los que son y que unos no son mejores que otros. Los que sí que hay que erradicar son los sentimientos anti- (anti-catalanes y anti-españoles sobre todo, pero también anti-europeos, anti-"otros lugares", etc.).

El otro punto importante para que el proceso sea provechoso es que se puedan poner sobre la mesa todas las opciones de forma pacífica y dialogante. No se puede descartar nada a priori por el solo hecho de que contradiga una norma establecida o una situación a la que estamos todos acostumbrados. En este sentido, defender la celebración de un referéndum y anunciar que se hará campaña en contra de la independencia y a favor de otro modelo de estado, lo encuentro una opción de lo más coherente, porque afronta la cuestión, en lugar de enterrarla.

Finalmente, la decisión se ha de tomar de forma democrática, quizás con unas elecciones plebiscitarias. Seguramente se deberá ratificar con un referéndum. Hay que fijar las reglas del juego. Pero a mi entender, tiene que decidir únicamente la gente que vive en Catalunya. El resto de España puede opinar igual que, en mucha menor medida, el resto de la Unión Europea, que también se vería afectada. Pero si se rechazase la independencia en un referéndum estatal y en Catalunya hubiese sido la opción ganadora, la situación resultantes sería inviable a muy corto plazo y durante mucho tiempo, según mi punto de vista. No hacer la consulta es esconder la cabeza bajo el ala y dar pie a que cada uno siga interpretando la voluntad de la gente según su propio criterio. Si se hace y Catalunya pasa a ser un estado, seguramente es señal de que el encaje estaba siendo demasiado difícil. Y si el resultado es que continúa dentro de España, la adscripción habrá sido voluntaria, perdiendo fuerza los que sacan provecho de la confrontación, tanto de un lado como del otro.

Y a todo esto, ¿qué votaría yo? No lo sé. Dependería en buena parte del proceso que se siguiese para llegar a la consulta, de las consecuencias que me pareciera que tendría para todos la independencia y del futuro que se intuyese en el caso de continuar en España. Intentaría ser lo más objetivo posible y no mezclar mucho los sentimientos, aunque puede ser difícil darse cuenta. Respecto a mi identidad, soy catalán. No me molesta ser español, pero tampoco es para mi una prioridad seguir perteneciendo a España como estado. Está claro que comparto más con el resto de españoles que con el resto de europeos. Soy europeo, especialmente de la Europa latina. Desde que la Unión Europea fue tomando impulso, una opción que veía plausible era que los estados fueran perdiendo protagonismo. Por un lado, hacia la Comisión europea, para unificar políticas. Por otro lado hacia las regiones de lo que dió en llamarse la Europa de las regiones, que constituirían un estamento más cercano a los ciudadanos. Me refería a esto como conseguir, no la "independencia", sino la "dependencia directa" de Europa, ya que las diferentes regiones de España y de Europa pasarían a relacionarse directamente, sin una dependencia tan fuerte de los estados. Esto había quedado relegado, pero ahora me parecía que podía reactivarse al forzar la crisis a una unificación de políticas, monetarias en primer lugar, pero también en otros ámbitos más adelante. Puede que fuera una solución no traumática, que facilitara que no hubiese vencedores ni vencidos, al haber llegado todos al mismo sitio, aunque por caminos y motivos distintos, seguramente.

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