viernes, 26 de octubre de 2012

Como salir de la crisis... y caer en las brasas

Traducción de Com sortir de la crisi... i caure a les brases

Hace un año empecé a escribir esta entrada. CiU había llegado a la Generalitat y al Ayuntamiento de Barcelona hacía poco menos de un año y de seis meses, respectivamente. Habían comenzado los recortes asimétricos (palabra actual como pocas) entre el sector público y el privado.

Se quitaban recursos de las escuelas públicas, se había eliminado la sexta hora y se reducían profesores. Se detenía la inauguración de nuevas escuelas de infancia ya planificadas, dejando a familias con plaza asignada pero sin poder usarla. Se estudiaba aumentar el ratio de niños en estas escuelas y privatizar la gestión de las que todavía tenían que abrir. Las subvenciones a la escuela privada no eran tratadas de la misma manera. Incluso se pasaba a subvencionar colegios con régimen de separación de sexos.

Los servicios sanitarios también se recortaban de forma brutal, con cierre de centros, recortes de servicios de urgencias y reducciones de horarios, mientras el propio conseller de Salut, Boi Ruiz recomendaba la contratación de mutuas privadas y proponía incentivarla con beneficios fiscales .

Con todo este panorama en la cabeza me topé con uno de estos parques infantiles que hay en las plazas del barrio. Mientras veía los niños jugar pensé que, según la lógica convergente, aquello era una aberración. Había un tobogán y unos caballitos que los niños podían usar libremente, sin límite de tiempo y sin pagar nada a nadie. Ni los niños ni sus padres. Y vi clara la receta para salir de la crisis... y caer en las brasas. Sólo se trataba de seguir el mandamiento neoliberal: Si hay una oportunidad de negocio para la gestión privada, no la obstaculices con una gestión pública.

Mi cerebro comenzó a viajar por el paraíso de CiU. El Ayuntamiento se ahorraría un montón de dinero vendiendo estos parques a la iniciativa privada. El erario público engordaría con la venta y se ahorraría el mantenimiento de estos espacios. A cambio, el uso se debería pagar, pero no sería un cargo para todos, sino sólo para los usuarios. Daríamos trabajo a muchos parados que se harían cargo del cobro y el control de estos espacios. Mucha gente dejaría de usarlos, pero la iniciativa privada, que nunca descansa, podría ofrecer servicios adicionales, como vigilar al niño mientras le ofrece una cerveza a los padres, o peinarlos y sacudirles la ropa antes de salir para que los niños lucieran más. Además, no todas las familias se lo podrían permitir, y esto ahorraría a los padres la desazón de no saber muy bien con qué clase de niños compartirían el juego a sus hijos. Finalmente, los aparatos más estropeados, que ya no sirvieran para los parques de pago, podrían ser recomprados por el Ayuntamiento para hacer espacios de juego de beneficencia, donde pudieran ir sólo los que justificaran unos ingresos inferiores al salario mínimo.

Siguiendo con esta filosofía, hay zonas de la ciudad que no son sólo un lugar de paso, sino que apetece ir a pasear por ellas: calles anchas que tienen jardines, paseos al borde del mar, parques como el de la Ciutadella o los diversos jardines de Montjuïc. En fin, unas zonas con potencial de negocio y que no están dando dinero a nadie. Incluso hay gente que se lleva la comida de casa y la toma tranquilamente en estos lugares, haciendo una franca competencia desleal a los restaurantes, que deben pagar los correspondientes impuestos por su actividad. Aplicando una política similar, el Ayuntamiento y el sector privado podrían extraer un poco más de dinero de este tejido social que no para de aprovecharse de las situaciones de gratuidad. Y al ser unos servicios de pago otra vez tendrían el filtro del poder adquisitivo, que reduciría la masificación actual y aumentaría el valor, posibilitando la aplicación de unas tarifas más elevadas.

Este domingo, al oír como Artur Mas le contaba a Jordi Évole los grandes rasgos de lo que sería su política como presidente de una Cataluña independiente, me vino a la memoria esta entrada y decidí desempolvarla.  Porque lo dijo bien claro: quiere potenciar el pago por el uso. Además, este pago por el uso hasta ahora lo ha desviado a la iniciativa privada. Hablaba de las autopistas en la entrevista, pero lo hemos visto en la potenciación de las mutuas, de las escuelas privadas, etc. Para sacar dinero se han vendido equipamientos públicos, al igual que el estado privatizó las empresas públicas rentables. Se ha aplicado el refrán Què podem fer? Vendre la casa i anar de lloguer! (¿Qué podemos hacer? ¡Vender la casa e ir de alquiler!) Y ahora tenemos que pagar por usar equipamientos que habían sido de todos.

Y es que la falacia de la bondad de la gestión privada frente a la pública no la entenderé nunca. Si disponemos de un dinero y queremos prestar un servicio, la gestión pública lo empleará todo en este servicio. Y, si consigue que sobre, será un ahorro para todos. Si damos el mismo dinero a una empresa privada, todos los beneficios que saque los estará obteniendo de prestar menos servicios, o de prestarlos peor o de pagarlos peor, que a la larga repercute en el servicio, porque quien lo da está quemado. Si el beneficio lo saca tan sólo de una gestión más eficiente, la solución es mejorar la pública y que el dinero se ahorre. Es como si estuviéramos en una comunidad de vecinos y, en lugar de pagar una cuota a un administrador, le dijéramos "Cobra un tanto fijo y gestiónalo todo; lo que sobre será para ti". ¿Verdad que nadie lo haría?

Y es que la gestión privada generalmente la hace una sociedad que tiene como objetivo alcanzar unos beneficios económicos. Si dejamos en sus manos los servicios públicos, intentará sacar el máximo. En cambio, una gestión pública tiene como objetivo prestar un servicio lo mejor posible y ahorrar lo que se pueda. Podemos poner el acento en el servicio o en el ahorro, pero no le estamos regalando el dinero de todos a ningún particular.

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