jueves, 18 de octubre de 2012

Deuda y austeridad

Traducción de Deute i austeritat

Deuda y austeridad. Qué palabras más presentes hoy en día, ¿no? La verdad es que a mí siempre me han inspirado respeto las deudas y he considerado la austeridad un valor importante. Como buen catalanet, la pela es la pela, no gastes agua, apaga la luz cuando salgas del baño y no dejes nada en el plato (con aquel reproche entre duro y entrañable de "¡Cómo se nota que no has pasado la guerra!"). Los catalanes, sin embargo, no tenemos la exclusiva; también hay otros pueblos que tienen fama de ahorradores enfermizos como los judíos o los escoceses. A los gallegos no les conozco esta fama, pero sí el dicho "É mellor que faga dano ca que se perda". La austeridad en sí es buena porque implica valorar lo que tienes y ser consciente de que cuesta obtenerlo. Sino, lo que suele pasar es que se valora al perderlo. Tan sólo es mala cuando se convierte en avaricia.

Y la deuda es algo que hay que evitar mientras sea posible. Está claro que hay cosas que no se pueden hacer sin endeudarse. Si no hubiera préstamos, sólo los ricos podrían poner en marcha nuevos proyectos. Por eso es importante la función de los bancos. Y todos podemos tener errores. Hay inversiones que pueden parecer buenas o viables y terminar mal. Pero los riesgos hay que valorarlos y asumirlos con prudencia. No deben inspirar miedo, pero sí respeto. Los debe valorar quien toma prestado el dinero, porque sino quedará con una deuda que quizás no podrá devolver. También los debe valorar quien lo presta, porque debe saber que existe la posibilidad de que no se devuelva. Y más aún si cobra unos intereses que vienen justificados precisamente por ese riesgo que corre.

Estos últimos años la austeridad no ha sido un valor en alza. La filosofía de la tarifa plana lo ha invadido todo. Si vas a un buffet libre, sales rodando de lo que has engullido para aprovecharlo. Si tienes tarifa plana en el móvil, llamas tanto como puedes para que te salgan más baratas las llamadas. Si en el super dan bolsas, tomas de más para utilizarlas una vez y tirarlas al llegar a casa. ¿Un banco con comisiones por los diferentes servicios? ¡Una panda de ladrones! Si no te cobran las visitas al hospital, vas por una tontería. Y si los medicamentos son gratuitos, pides de más por si acaso, que es más cómodo. Si caducan no importa, ya los tiraremos.

¡Pues no! En un buffet libre, debes comer lo que crees que necesitas y tratar de que no quede nada en el plato. Con el móvil, hay que hacer las llamadas necesarias, porque sino las líneas quedan pequeñas y necesitamos más y más antenas por todas partes. En el super no dan las bolsas, incluyen su precio en el de la compra. Del mismo modo, los costes de los servicios que presta un banco se te descuentan de los intereses si no te cobran comisiones. Y las visitas y los medicamentos no son gratuitos: los pagamos entre todos. Se debería hacer como en otros países, en los que, si hace falta un antibiótico siete días, te dan veintiuna pastillas, y no dos cajas de doce. Y yo aún haría más: informaría al paciente del coste que está teniendo el tratamiento, incluidos los gastos de la visita, y le haría firmar un recibo. No le cobraría nada, pero así tomaría conciencia de lo que cuesta el servicio que recibe. Por todo ello, las tarifas planas penalizan la austeridad.

Si la austeridad estaba de baja, la deuda, en cambio, se ha ensalzado. Pedías un crédito y salías con el doble, si no ibas con cuidado. Era mejor tener deudas y dinero disponible para gastar porque el interés era bajo. Los precios de los pisos convirtieron la compra al contado, basada en un ahorro previo, en algo prácticamente imposible. Y las administraciones se subieron al carro. Como había dinero, había que gastarlo y, si no había cosas razonables para hacer, se hacían disparates. Mal hecho por parte de los que se endeudaron. Mal hecho también por parte de los prestamistas. Pero a éstos no les penalizaban por el exceso de riesgo, sino cuando no lograban colocar suficiente crédito. El mundo al revés, vaya.

¡Pues no! La deuda debería ser cara. Si la deuda es barata, los precios suben porque la gente puede llegar más lejos pagando las mismas cuotas, aunque sea endeudándose por más tiempo. Pero no todo debería ser igual de caro: el prestamista y el solicitante deberían analizar el proyecto y valorar su rentabilidad y el riesgo de quiebra. Y de ahí debería salir el interés. Hoy en día, un papel similar lo hacen las agencias de calificación, pero ellas no arriesgan nada, sencillamente hacen bailar los tipos de interés siguiendo unos criterios que se han mostrado totalmente errados (siendo bondadosos) o deliberadamente distorsionados (siendo realistas). Y a pesar de ello, siguen marcando el ritmo.

Y ahora estamos donde estamos. La deuda es excesiva y hay que rebajarla, de forma que su devolución sea viable. Todos los actores de esta comedia convertida en drama deben asumir su papel: hay que tener en cuenta que ha habido unos responsables del endeudamiento, tanto de pedirlo como de prestarlo.

Si un particular se ha endeudado más de la cuenta para comprar un piso, puede perderlo, pero el banco debería cancelar la deuda, que para eso hizo un estudio y una valoración al acordar la hipoteca. Ya sé que el préstamo se hizo sin contar con la dación en pago, y que ello supondría un cambio de condiciones, que seguramente se hubiera traducido en más intereses. Pero el que se hipotecó quizás tenía un trabajo fijo del que le han echado con una miseria de indemnización porque han cambiado el Estatuto de los trabajadores. Si esto no es un cambio de condiciones, ya me diréis qué es.

En el caso del endeudamiento de bancos y cajas por la burbuja inmobiliaria, los directivos deberían responder con el dinero que ganaron mientras gestionaban los bancos que han quebrado. Si lo ganaron por su buena gestión, y al final no lo fue tanto, pues lo deben devolver. Si su gestión no tuvo nada que ver con los resultados, lo deben devolver también, aún con más razón, porque entonces ¿en concepto de qué lo cobraban?.

En el caso de los responsables de las administraciones que hicieron inversiones sin medir su utilidad, se supone que no han sacado beneficio, pero deberían responder por imprudencia temeraria, como quien conduce un coche a 200 por hora: no quiere matar a nadie , pero es un inconsciente al hacerlo. Si encima ha habido corrupción, aparte de devolver el dinero, el castigo debería ser ejemplar, vetando el acceso a cualquier estructura de poder público para el resto de su vida.

Y los que prestaron, tanto a bancos demasiado arriesgados, como a administradores inconscientes, deberían asumir las pérdidas, o quedarse con los aeropuertos vacíos, los AVE fantasma o las carreteras desiertas, si quieren. Y reclamarles daños y perjuicios a las agencias de clasificación. ¿No habían estudiado tanto los riesgos que se permitían el lujo de valorar y puntuar las inversiones? Pues que asuman que erraron en sus estudios también, porque es muy cómodo opinar si no te juegas nada.

Así las cosas, hay que analizar la deuda y aceptar lo que realmente usamos, porque no toda es igual. En una entrevista, Federico Mayor Zaragoza decía que no se podía censurar de igual modo un sobre-endeudamiento para construir hospitales que para hacer un circuito urbano de fórmula uno. La deuda sobre la que el ciudadano no opinó y que sirvió para cosas innecesarias no está claro que la tengamos que asumir entre todos. Quizás desde el punto de vista jurídico sí, pero han cambiado tantas leyes sin que hayamos podido decir nuestra opnion, que el argumento de la legalidad es cada vez menos legítimo.

Y la austeridad se debe recuperar. Hay que fijar muy bien las prioridades. Se tienen que eliminar los gastos superfluos en todos los ámbitos. Por ejemplo, en el terreno de la sanidad o en la educación. Hay que mejorar la gestión y tratar de prestar los mismos servicios, ahorrando en todo lo que se pueda. Además, se están delegando muchas funciones en empresas privadas. Estas empresas pueden estar formadas por personas altruistas que, sencillamente, creen poder gestionar mejor un servicio si se hace a pequeña escala. También puede ser que quieran sacar unos beneficios de la prestación de este servicio. En la situación actual, esta segunda opción no es lícita, por tanto, si alguna gestión se deja en manos privadas, se deben establecer claramente los límites de remuneración permisibles y no debe haber beneficios privados. Además, deben estar a disposición de cualquier ciudadano todas las cuentas de estas entidades.

Pero todos los que hoy en día nos hablan de deuda y austeridad se refieren sólo al aspecto económico. Tened en cuenta que, a nivel de todo el mundo, si alguna vez se nos acaba el dinero, no pasa nada. El problema vendrá cuando se nos acabe la comida, el techo, la energía o las materias primas. En cambio, de la austeridad de recursos no se habla, como tampoco de la deuda que tenemos con el planeta, al que hemos convertido en prestamista forzado. El objetivo que expresa la mayoría de partidos es recuperar el poder adquisitivo y conseguir volver a crecer, dando pleno empleo a toda la población.

Crecer significa gastar más. Conseguir trabajo para todos implica producir más cosas que alguien tendrá que consumir. Y para que las cosas se consuman es necesario que se consuman, o sea, que no sean duraderas. Hemos revertido el sentido común que habíamos heredado. Ahora venimos a decir "É Mellor que se perda ca que non se faga".

¡Pues no! Hay que ser austeros con los recursos y devolverle la deuda al planeta:
  • No se deben usar métodos dudosamente salubres para producir excedentes de comida que acabaremos tirando para que no baje el precio. Si sobra comida debe ir a parar a quien no la tiene.
  • No puede haber fondos de inversión como el depósito 100% natural (encima se regodean), que especulen apostando por el incremento del precio de alimentos básicos como el maíz, el azúcar, los cereales, el café, etc.
  • No puede haber viviendas vacías mientras hay personas en la calle.
  • No se debe subir el límite de velocidad en las carreteras para intentar ganar unas elecciones, cuando se ha demostrado que el límite más bajo reduce el consumo de gasolina, la contaminación y los accidentes.
  • No se debe viajar sin sentido. No puede ser que un billete de avión te salga tirado de precio porque el avión despega igual, vaya lleno o no. Los vuelos se deberían montar cuando hubiera suficiente gente para que fuera rentable. Y los billetes deberían valer lo necesario para cubrir el coste ecológico del viaje.
  • No es necesario que todos tengamos un coche guardado en el garaje, ni que lo cambiemos cada cinco años. Se deben montar redes para compartirlos, repararlos y optimizar su uso.
  • No es necesario que todos trabajemos 1.800 horas al año si no hay trabajo suficiente. Trabajemos lo que sea necesario para conseguir cubrir lo que realmente son nuestras necesidades y aprendamos a estar con nosotros mismos.
  • No es necesario que produzcamos mierdas baratas que se rompen en cuatro días. Hagamos las cosas con tiempo y para que duren. Y reparémoslas cuando se estropeen.
  • No podemos permitir el déficit ecológico que nos hace aumentar la deuda con la Tierra. Este año fue el 22 de agosto cuando nos acabamos todos los recursos que el planeta es capaz de proveer en un año.

Completad la lista vosotros mismos. Esta es la austeridad que nos sacará del agujero donde nos hemos dejado meter, no la que nos venden en forma de receta mágica el BCE, el FMI, la CE, el PP y CiU. Esta es la deuda que realmente tenemos que devolver. En esta deuda sí que la responsabilidad recae únicamente en el tomador, ya que la única que se puede atribuir a la prestamista Tierra es habernos dejado aparecer en su faz.

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