jueves, 4 de octubre de 2012

El golpe de estado

Traducción de El cop d'estat


Esta semana nos hemos librado de un mal trago. Ya tenía razón María Dolores de Cospedal cuando lo comparaba con el 23-F, ya. Todos los indicios lo corroboran. Tal como dice la titular del juzgado de instrucción de Madrid que ha enviado la causa a la Audiencia Nacional, en la manifestación se exigía un proceso de destitución y ruptura del régimen vigente, mediante la dimisión del Gobierno en pleno, disolución de las Cortes, y de la Jefatura del Estado, abolición de la actual Constitución e iniciar el proceso de constitución de un nuevo sistema de organización política, económica y social. Y, eso es inadmisible. No sólo inadmisible, sino que también es anticonstitucional, como también lo deben ser las banderas republicanas que se veían. Qué pensaría, pobre rey, tanto que ha hecho por todos nosotros. Panda de desagradecidos!.

Los que también ya les vale son los de Jueces para la democracia, que en una nota que han sacado se empeñan en hacer creer que el hecho de que los agentes no fueran identificados, podría provocar indefensión de los ciudadanos ante posibles excesos de la policía (lo que claramente no se produjo). Se ve que esta indefensión sería inconstitucional. Aquí lo que pasa es que la constitución se tiene que saber leer, hombre. Además hay que confiar en la policía, que si te pega no lo hace nunca por gusto, sino por tu propio bien.

En cuanto a los medios, los de los manifestantes eran extremadamente violentos. Había fieras de la tercera edad golpeando las porras de los policías con la cabeza, con las rodillas, con la espalda. Aunque no está del todo confirmado, se ve que un joven quería sacar un "tanque" a la calle, pero desistió cuando el dueño del bar le dijo que las jarras grandes de cerveza no podían salir del establecimiento. Parece que también podía haber algunos indeseables con camisetas con una imagen como esta:


Si esto no es sacar los tanques a la calle ... Sí, ya sé que se puede alegar que es un tanque de mierda pero, ¿qué queréis que os diga? A mí todo esto me huele mal. Y más aún sabiendo que, si no llega a ser por los policías infiltrados, era posible que no hubiera aflorado el sentimiento de violencia de algunos manifestantes, cuando todo el mundo sabe que esto de no dar salida a las emociones es algo nefasto.

En cuanto a la propuesta de modulación del derecho a reunión y manifestación que ha hecho la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, es indignante ver cuán malpensada puede llegar a ser la gente. Primero venga a decir que si la desregulación provocó la burbuja inmobiliaria y la crisis. Y ahora que la pobre mujer se pone a regular, todo el mundo se le echa encima. Si es que tiene toda la razón del mundo. Los manifestantes no paran, como que son unos vagos que no tienen nada que hacer, pues hala, a gritar un rato y entorpecer el tráfico.

Lo único que habría que hacer sería regular un poco el lugar y la hora. Por ejemplo, las manifestaciones podrían celebrarse todas de 3 a 6 de la madrugada los días laborables, para no perjudicar el negocio de los bares el fin de semana. Eso sí, a esas horas deberían ser siempre manifestaciones silenciosas. También se podría optar por dar utilidad a algunos espacios ahora desaprovechados, como la isla Perejil o la de Tierra. Allí sí que la gente podría gritar tanto como quisiera. Además, contribuirían de forma activa a la defensa del territorio.

Pero, ya puestos a hacer una revisión, hay toda una serie de problemas recurrentes generados por las manifestaciones que se podrían solucionar de una manera muy sencilla. Se enumeran a continuación, junto con las soluciones más lógicas a aplicar:
  1. En una manifestación nunca se sabe cuánta gente ha participado y las cifras de los organizadores y de la parte contraria son totalmente dispares. Esto se arregla muy fácilmente montando un sistema de dorsales, similar al de las carreras populares (ey, que no me refiero al Rajoy y Aguirre corriendo en calzón corto por la calle, ¿eh?). Así, tantos dorsales vendidos, tantos manifestantes participan. Los que no tengan dorsal es que son espectadores. Sí, habéis leído bien: dorsales vendidos. En tiempos de crisis, manifestarse es un lujo, así que hay pagarlo. Por otro lado, si alguien ve un problema en el hecho de que no se puedan manipular las cifras, no hay que preocuparse: en manifestaciones de indeseables se pueden repetir algunos números, que total tampoco se fijarán. En cambio, en las de gente de bien, se pueden dejar huecos entre un dorsal y otro.
  2. Otro problema recurrente es la intención que tiene cada uno a la hora de ir a la manifestación. La solución pasaría por realizar una encuesta obligatoria en el momento de obtener el dorsal. Si, por ejemplo, la manifestación fuera sobre el tema del aborto, la encuesta podría consistir en una única pregunta tipo test: ¿Qué opina sobre el aborto? Con dos respuestas posibles, para captar los matices: Estoy totalmente en contra, en todos los casos o No estoy nunca a favor, en ningún caso. Si, en cambio, fuera una manifestación de piojosos antisistema, sería necesario que especificasen en una redacción de unos cien folios, aproximadamente, los sentimientos que les provocan todas y cada una de las instituciones democráticas, basándose cada una de las afirmaciones en estudios detallados y presentando varias alternativas, con los correspondientes estudios de viabilidad económica. Evidentemente, la obtención del dorsal en el primer caso podría tener un coste de un céntimo, mientras que la corrección y revisión de la encuesta en el segundo caso implicaría un trabajo que justificaría un precio de unos 50 €, por ejemplo .
  3. Demasiado a menudo la policía se ve acusada injustificadamente de malos tratos a los manifestantes. Pero si uno de estos indeseables termina la manifestación con un brazo roto, ¿cómo podemos saber que no lo tenía ya antes de empezar? La solución para este problema es diáfana. Cada manifestante deberá someterse a una revisión médica exhaustiva (y lo más vejatoria posible), para inventariar todos los males previos, de cara a contrastarlos con posibles daños al acabar la manifestación. De aquí se podría sacar un certificado de aptitud, de forma que los que no cumplieran las características indicadas ya no pudieran participar: gente que corra demasiado y sea difícil de atrapar, individuos muy fuertes que puedan llegar a ocasionar daños a los pobres policías, etc. Evidentemente, las revisiones médicas deberían hacer a centros privados, pagando un precio elevado y tendrían una validez de un día.
  4. Otra consecuencia desagradable es que algunas veces se producen destrozos. Lo mejor para asegurar las indemnizaciones es que los manifestantes dejen un depósito de 100.000 €, por los posibles desperfectos ocasionados, o para hacer frente a la fianza que se le impondrá si acaba siendo detenido. Esto tiene la ventaja adicional de que los depósitos a veces se traspapelan y pueden estar meses o años sin ser devueltos, de forma que, mientras tanto, pueden servir para pagar algún rescate bancario, o más dotaciones para el cuerpo antidisturbios.
  5. La visualización de las manifestaciones por la tele puede provocar más protestas. La solución es clara: si la gente pone la tele para ver gritos, se emite de forma obligatoria por todas las cadenas un programa especial de Salsa rosa o algo por el estilo.
Finalmente, me quiero sumar a nuestro presidente en la felicitación a la mayoría silenciosa que sufre este gobierno en silencio, sin molestar al resto de gente y que repudia los actos violentos de este puñado de golpistas de los que nos libraron de una manera "magnífica" los cuerpos y fuerzas de seguridad.

Realmente, este gobierno es revolucionario. O, como mínimo, es una máquina de hacer revolucionarios.

¡Salud!

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