domingo, 27 de enero de 2013

¡A la cárcel!

Traducción de A la presó!

"¡Todos estos deberían ir a la cárcel!" ¿Verdad que la habéis oído a menudo esta frase? Es muy posible que últimamente aún más. Vemos a nuestro alrededor toda una serie de individuos que se están aprovechando de una red de impunidad que han ido creado y siguen ordeñando la vaca del erario público sin ningún tipo de rubor. Hay políticos corruptos, banqueros como mínimo incompetentes que han provocado agujeros que debemos tapar entre todos, etc. A todos estos dan ganas de meterlos en la cárcel.

Lo que hay que preguntarse es porqué los queremos en la cárcel y, para ello, hay que ver cuál es su fucnión. En mi opinión, un sistema penitenciario puede servir para castigar, disuadir, prevenir y rehabilitar. El primero de estos objetivos es el que menos claro veo de todos. El hecho de poner a alguien en prisión para castigarle no es más que alimentar un espíritu de revancha que, lo más seguro, es que no nos lleve a ninguna parte. O como mínimo a ninguna parte saludable. No me he encontrado personalmente en esta situación, pero a menudo aparecen testimonios de gente que ha superado pérdidas importantes cuando ha logrado dejar a un lado el rencor contra los que las han provocado. Además, si la finalidad es la esta, podemos caer en la lógica de que cuanto más duro sea el régimen penitenciario más castigo supondrá.

Estrechamente ligado al objetivo anterior está el de disuadir. La prisión es un castigo, pero no pesa tanto el hecho de la revancha como el de que su existencia actúe como freno de ciertas conductas, bajo la amenaza de este castigo. Es el argumento que suelen esgrimir los defensores de la pena de muerte como freno de los actos criminales o de los ejércitos como freno para las guerras. Es discutible, pero está claro que el hecho de que te puedan privar de la libertad te puede hacer recapacitar antes de cometer un acto delictivo.

Otra función clara es la de impedir la repetición de los delitos, manteniendo bajo vigilancia a quién los han cometido. Este objetivo es especialmente importante en el caso de actos violentos, que se pueden repetir y provocar más víctimas.

Finalmente, el más loable de los objetivos es el de aprovechar este período de castigo y vigilancia para dar al delincuente la oportunidad de comenzar una nueva vida al salir de la cárcel. Por un lado, cuando el recluso vive en una situación de marginalidad, el solo hecho de separarlo del entorno que lo ha empujado a delinquir ya le puede hacer ver las cosas de otra manera. Si además se le puede formar en algunas habilidades u oficios que le ayuden a salir de esta marginalidad cuando termine la condena, favoreceremos que no tenga que volver a pasar por la cárcel. Para conseguir este objetivo las cárceles no deben ser un castigo, sencillamente deben limitar la libertad de los reclusos.

Según este último esquema, es una aberración poner en prisión a gente que cometió un crimen hace seis años por problemas con la droga y que por fin a ha logrado rehabilitarse. Es razonable mantenerlo vigilado y pedirle que acceda a un seguimiento, pero no desmontarle otra vez la vida para que cumpla un castigo, una revancha que le puede llevar de nuevo al punto del que había conseguido salir.

Dicho todo esto, vamos a ver qué hay que hacer con una persona que se ha aprovechado de su posición para agenciarse dinero público, o que ha tenido una gestión nefasta en una gran empresa o banco, que le ha servido para enriquecerse y que después debemos resarcir entre todos. Las razones para ponerlo en prisión pueden ser varias: por igualdad con otra gente que comete delitos y va a parar allí, para castigarle por lo que ha hecho, para que otros como él se lo piensen dos veces antes de hacerlo... Básicamente para evitar agravios y como castigo y disuasión. Porque me parece claro que a este tipo de delincuentes no les han faltado recursos que les pueda aportar la prisión de cara a rehabilitarse. Tampoco la vigilancia es un motivo importante, porque seguramente tendrán una red que les permitirá seguir moviendo los hilos que les han hecho ricos.

Personalmente, no estoy en contra de que vayan a la cárcel, más allá de que me fastidia mantenerlos. Lo que considero esencial es que devuelvan lo que han robado. Que se habiliten los mecanismos para que el dinero procedente de la corrupción no pueda quedar protegido por el hecho de que se haya puesto a nombre de otras personas. Y, sobre todo, que no puedan volver a gestionar dinero público. Esta sería realmente la vigilancia que se les debería aplicar. Y cuando digo dinero público, incluyo todas las grandes empresas privadas que, si se van al traste tendremos que correr todos a rescatarlas, porque ya basta de esta tomadura de pelo. A mí no me consolará que a esta persona la castiguen por lo que ha hecho, sino que lo que quiero es que se le impida volver a hacerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario