miércoles, 30 de enero de 2013

Los patrones y el azar

Traducción de Els patrons i l'atzar

¿Conocéis el Kapla? Se trata de un juego de construcciones espectacular por su sencillez. Las piezas de madera que lo componen tienen todas la misma forma: son listones rectangulares con las proporciones 1:3:15. Para montar los modelos, se colocan simplemente unas encima de las otras, sin adhesivos ni ningún otro sistema de fijación. La única frivolidad que se perminten es la de ofrecer piezas de diferentes colores.

Si miráis en Internet encontraréis muchos ejemplos de construcciones faraónicas hechas con Kapla: puentes, edificios, ciudades, monumentos conocidos, etc. Algunos vídeos muestran construcciones hechas sólo para tumbarlas como un enorme domino. La mayor parte de estas estructuras siguen unos patrones más o menos complejos, calculados para lograr el equilibrio.

Hace casi dos años que tenemos piezas de estas en casa y hemos ido haciendo algunas construcciones. Hasta ahora, las más notables seguían unos patrones, inventados en algunos casos o copiados de algún modelo en otros. Os pondré un par de ejemplos:


En ambos casos, cada pieza tiene un lugar previsible, en función del que tienen las otras, y está más o menos pensado dónde debe ir cada una. En definitiva, como decía, seguían una lógica, un patrón. Para estas construcciones se necesita paciencia y una cierta (o mucha) planificación. Una vez hechas, son mucho más sólidas de lo que pueda parecer al empezar a montarlas.

Pero el otro día empecé a montar una y mi compañero no tenía suficiente edad para tener la paciencia de seguir un patrón. Así que lo que nos salió era algo diferente a lo que habíamos hecho hasta ahora:


Sencillamente, empezamos a poner piezas, siguiendo unas mínimas reglas, como era que las piezas estuvieran todas en la misma posición, para evitar inclinaciones. Teníamos que ir con cuidado para que la parte central fuera lo suficientemente potente como para que no se perdiera el equilibrio, pero todo esto descansaba sólo en dos piezas en cuña. Era un caos. Cada pieza ocupaba la posición que le apetecía, pero contribuía. Cuando lo mirabas desde arriba, no le veías la lógica. No habríamos sido capaces de reproducirlo, por muchas fotos que le hubiéramos hecho, pero, ¿qué sentido tendría reproducir algo así? Cada construcción de este tipo que hagas, será única. Podrás hacer otra similar vista en conjunto, pero en su interior, en las relaciones entre las piezas, será completamente diferente. Una estructura así no es óptima. Con las mismas piezas "bien puestas", o sea, siguiendo un patrón bien estudiado, podríamos llegar hasta el techo.

Sin embargo, me encantó. Era como ir acompañando las piezas al lugar donde ellas les apetecía estar. Era una complicación muy sencilla. Cada pieza "iba a su bola" y, al mismo tiempo, construía la torre junto con las vecinas.

Al día siguiente, el experimento se complicó un poco, pero el sistema de construcción fue el mismo, sólo que partía de dos bases en lugar de una:


Como en el día anterior, cada una de las dos patas se aguantaba sólo en una cuña de dos piezas. A partir de aquí, las dos patas del puente iban haciéndose gruesas, hasta llegar a tocarse y a confundirse. No se sabía en qué piso se encontrarían, sólo era cuestión de ir poniendo piezas, manteniendo la vertical de la base suficientemente nutrida para que no se tumbara.

Una vez se encontraron las dos ramas, la parte del medio era lo suficientemente fuerte como para comenzar a crecer hacia los lados. Así, los últimos pisos ya caían totalmente fuera de la vertical de las bases, pero entre las dos podían soportar el cuerpo sin problemas.


Como en el día anterior, se podía repetir una estructura con la misma filosofía, pero nunca la volverías a hacer igual. Y si te quedaba alguna duda, sólo tenías que mirar el detalle. Entonces veías que había piezas bien asentadas y otras, en cambio, estaban cogidas justo por una punta. Pero unas se cubrían a otras y terminaban aguantando.

Supongo que ya habréis notado que me quedé enamorado de este nuevo sistema de montaje. Y me empezaron a venir a la cabeza toda una serie de analogías. En el momento de ponerlas por escrito, veo que tienen sus lapsus, que quizá están cogidas por los pelos pero, si tenéis en cuenta estas prevenciones, os citaré algunas.

Para empezar, un niño pequeño no es capaz de construir un puente como el primero, pero sí que puede hacer uno como el segundo. A veces, no logramos hacer cosas perfectas, pero sí que está a nuestro alcance hacer otras que no son tan óptimas. Y seguramente aprenderemos mucho más haciendo las imperfectas, que esperando a saber hacer las perfectas.

En estas construcciones, algo importante es que el núcleo esté bien repleto de piezas. Si es así, nos podemos permitir que en un determinado piso algunas piezas vayan hacia fuera. Alguna vez estas piezas más exteriores caen pero, si la torre es fuerte en medio, aguanta y puedes seguirla construyendo. Cuando construimos algo debemos tener claro qué es central, qué es lo que necesitamos de verdad, y reforzarlo. Es más, en la parte central no sobran los recambios, las redundancias. Es mejor que sobre antes que quedarnos cortos, porque estos "sobrantes" nos pueden sacar de una situación difícil, si nos han fallado las previsiones.

Las piezas deben ir coordinadas: todas en la misma posición. Pero cada una encuentra la manera que le va mejor para hacer su función. Cada una la hace según un criterio diferente, siempre enfocada al objetivo de hacer la torre. No es necesario que todos nos rijamos por unos patrones establecidos. Si lo hacemos así nos perdemos la riqueza de esta diversidad y la belleza de un entramado sin sentido aparente, pero que soporta la torre. Si todos los individuos saben cuál es el objetivo, cada uno puede contribuir a su manera, diferente de la de los demás.

Pero quizá la conclusión más impactante es que, aunque los patrones nos llevan muy lejos y nos hacen construir cosas útiles y bellas, estamos aquí gracias al azar, a un juego de prueba y error de la naturaleza. En realidad, nosotros no respondemos a un patrón. Somos únicos, aunque nos parecemos entre nosotros. No queramos domesticarlo todo, dejemos que el azar haga de las suyas y nos enseñe nuevos caminos.

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