miércoles, 2 de enero de 2013

Tarifas planas

Traducción de Tarifes planes

Ayer, en una sobremesa larga, estábamos comentando un libro que estoy leyendo titulado El cisne negro, que trata sobre el impacto de los sucesos altamente improbables. En un momento dado apareció una controversia sobre cómo nos debe afectar el pasado en la toma de decisiones. Yo no he llegado todavía a ese punto, pero parece que el autor del libro plantea, por ejemplo, que no hay que dejarse influir por lo que llevamos invertido en un determinado proyecto en el momento de decidir si hay que continuar con él o no. Según él, la decisión debería ser tomada en función del presente y el futuro únicamente, independientemente de si ya hemos invertido 10 o 100.

Con las precauciones necesarias por no haber leído de primera mano lo que dice el autor, yo apoyaba esta tesis. Y salía el ejemplo del planteamiento sobre si era conveniente venderse el piso o no en un determinado momento. Yo sostenía que la decisión no debía verse afectada por el dinero que se llevara invertido en el piso hasta el momento, sino por el valor presente y las previsiones futuras. Lo que se ha pagado es lo que se ha pagado y sin embargo lo que vale es lo que vale, independientemente de lo que se ha pagado hasta el momento.

Opuesta a esta postura salía la de que no nos podemos abstraer a los esfuerzos que nos ha costado llegar a donde estamos. Y hay que reconocer que, de alguna manera, es un factor que tenemos en cuenta de manera inconsciente. Tenemos la sensación de que vender algo que nos ha costado mucho conseguir representa una pérdida mucho más importante que deshacernos de exactamente lo mismo si es algo que nos han regalado. Como se trata de una sensación, y creo que la tenemos en general, no discutiré que exista. Otra cosa es que considero que no es una buena consejera.

Pero el reflexionar sobre ello me ha llevado a pensar en el porqué de tener esa sensación. Y creo que es el mismo problema que las tarifas planas, sobre el que ya hice un comentario en la entrada sobre la deuda y la austeridad. En esa entrada, de hecho, estaba reconociendo que nuestra estructura mental nos lleva a desperdiciar lo que no nos ha costado obtener. Seguramente usaremos cuatro bolsas para tirar la basura más fácilmente si nos las han regalado en el supermercado que si las hemos tenido que pagar al coste ecológico que tienen (que es mucho más alto que el que tienen actualmente). Damos valor a las cosas en función de lo que nos cuestan, no del valor real que tienen. Así, la única manera que parece efectiva de que valoramos lo que tenemos es que nos cueste obtenerlo.

En una sociedad primitiva, donde las herramientas se las construía cada uno o el vecino que teníamos al lado, todo el mundo era consciente de lo que costaba cada cosa. Hacer una flecha bien recta y puntiaguda costaba, pero todos lo habían hecho alguna vez o lo habían visto hacer. Ahora vamos a una ferretería y compramos un puñado de tornillos sin esfuerzo y a un precio muy bajo. Seguramente cogeremos de más "por si acaso". Hoy en día, el precio de las cosas no es un reflejo directo de lo que cuesta hacerlas sino que está distorsionado por muchos motivos, entre ellos los juegos financieros. En un mundo como éste pueden haber cosas que son importantes o costosas pero a las que no damos valor porque tienen un precio muy bajo.

Y este problema viene a ser el mismo que el que planteaba al principio. Las tarifas planas nos hacen infravalorar lo que tenemos. Si algo nos viene dado sin esfuerzo nos parece que lo podremos volver a obtener sin problemas, mientras que si algo nos ha costado mucho nos parece valioso, aunque en realidad puede no serlo demasiado. O podía haberlo sido y ya no serlo. En este sentido, aferrarnos al esfuerzo invertido en el pasado puede ser una trampa con consecuencias desastrosas.

Y la verdad es que esto no es nuevo. La primera tarifa plana fracasó hace ya muchos años, cuando a Adán y Eva los echaron del paraíso y los condenaron a ganarse el pan con el sudor de su frente, a ver si con el esfuerzo invertido aprendían a darle el valor correcto.

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