lunes, 12 de agosto de 2013

Fábrica de Mensajes Incendiarios

Traducción de Fàbrica de Missatges Incendiaris

Dentro de la estrategia global de menosprecio a la ciudadanía que están siguiendo algunas de las instituciones que nos gobiernan, el FMI está teniendo un papel muy preponderante. Ya sea a través de sus informes o de las declaraciones de su directora, no deja de sorprendernos con su capacidad de provocar a la gente. Dos de las últimas perlas están incluidas en el último informe que han hecho sobre España.

La primera perla es la propuesta de una serie de medidas para evitar el paro. En primer lugar, conseguir un pacto para reducir los sueldos el 10% en dos años a cambio de un compromiso de creación de puestos de trabajo por parte de los empresarios. Este pacto iría acompañado por una reducción de la cotización de las empresas a la seguridad social y un aumento del IVA una vez que la población comience a levantar cabeza. También pide profundizar en la reforma laboral, abaratando el despido, eliminando la ultraactividad de los convenios, etc. Parece ser que han puesto todos estos parámetros en un simulador y los resultados son un crecimiento del 5% del PIB y de un 7% del empleo en cinco años.
También iría acompañado de una reducción importante de la deuda.

Vamos por partes. ¿Cuál es el motivo de que haya paro? ¿Hay trabajo que hacer pero es demasiado caro contratar? ¿No tenemos ya lo que necesitamos, pero mal repartido? Reduzcamos los sueldos un 10% y reduzcamos las jornadas en la misma proporción. Así repartiremos el trabajo, en lugar de dar más beneficios a las empresas, que con la propuesta disminuyen los costes laborales y los impuestos. Por otra parte, si la reducción de cotizaciones se compensa con un aumento del IVA, los que pagan más son los que se gastan todo su sueldo y no pueden ahorrar, porque pagan IVA de todo. Grabemos mejor todas las transacciones financieras especulativas. Esto no afectaría al poder adquisitivo de los que están viendo reducidos sus ingresos. O aumentemos un 10% el impuesto sobre los beneficios de las sociedades, que se ven incrementados por estas medidas. O grabemos con un 10% las grandes fortunas. Y otra cuestión: ¿Para qué hay que recaudar este dinero? ¿Para financiar unos servicios públicos de calidad? ¿
O para devolver una deuda cada vez mayor, de la que la población no se ha aprovechado y que no ha sido responsable de contraerla?

Porque el argumento que dan para defender la medida es una simulación en sus hojas de cálculo. ¿Os suena? Hace poco se hizo público un error en una hoja de cálculo que invalidaba el estudio en el que se basaban, en buena medida, las políticas de recortes salvajes que se están aplicando. ¿Todavía nos creemos capaces de predecir los efectos de unas medidas con la precisión con la que lo está haciendo esta gente? ¿Qué pasará si se han equivocado? Pues a ellos nada. Se encogerán de hombros y dirán que ha pasado no sé qué patatim patatam que no se podía prever y que lo sienten mucho, pero que no nos preocupemos, porque eso se arregla haciendo no sé qué otras barbaridades. O ni siquiera eso. Lo que querían ya lo habrán conseguido: hacer más ricos a unos cuantos y desmontar unos servicios públicos que no les están permitiendo generar negocio.

La segunda perla viene en la referencia a la intervención de las autonomías que no cumplan el objetivo de deuda durante tres meses. Supongo que a un poder como el FMI le interesa que el gobierno esté lo más alejado posible de los ciudadanos. Así, lo mejor es que los ayuntamientos no pinten nada, las autonomías muy poco y los estados no mucho más. Hay un punto añadido, que es que son las autonomías las que manejan buena parte de los presupuestos de enseñanza y sanidad públicas. Y estos son dos objetivos a destruir. Una buena razón para intervenir las autonomías. Porque lo que plantean no es que el gobierno central intervenga la autonomía, que ya sería grave desde el punto de vista de un estado descentralizado, sino que quieren que la intervención la hagan unos técnicos independientes, totalmente al margen del control democrático. Serían estos técnicos quienes decidirían en qué gastar el dinero de que se disponga, y lo harían con criterios totalmente ajenos a lo que la población haya expresado en las urnas. La presión de una posible pérdida de elecciones no les frenaría a la hora de hacer unos recortes aún más drásticos en la enseñanza y la sanidad públicas.

Como en el caso anterior, estos técnicos tendrían patente de corso, derecho a equivocarse escudándose en que nadie podía haber predicho mejor que ellos. Esta vez también el daño ya estaría hecho, ya sería igual tener la razón o no, dado que se habrían conseguido los objetivos que se perseguían. Y esta inevitabilidad descargaría a los dirigentes políticos actuales de un desgaste que cada vez les es más insoportable. Una buena jugada, ¿no? Lástima que no se pueda tildar de democràtica.

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