sábado, 17 de agosto de 2013

Vendiendo avestruces

Traducción de Venent estruços

Si la memoria no me falla, cuando se empezó a hablar de los trenes de alta velocidad en España los llamábamos TGV (Tren de Gran Velocidad), supongo que por mimetismo con el TGV (Train à Grande Vitesse) que ya tenían nuestros vecinos franceses. En inglés parece que las siglas son HSR (High Speed ​​Rail) y, seguramente, las más lógicas aquí habrían sido TAV (Tren de Alta Velocidad). En cambio, se escogió el nombre de AVE (Alta Velocidad Española) que provocó un cierto desconcierto en un principio, ya que tenemos la costumbre de pronunciar los acrónimos como palabras normales, y a nadie le pasa desapercibido que el AVE no vuela. Si tuviéramos que elegir a qué ave se refiere el acrónimo seguramente sería el avestruz, que no vuela pero va muy rápido.

Aquel primer avestruz parece que era muy fecundo y se multiplicó, convirtiendo a España en el segundo país del mundo en kilómetros totales de vías de alta velocidad, después de China. La metáfora avícola no termina aquí y esta inversión fue paralela a la profusión de aeropuertos que salieron como setas por todo el Estado, muchos de los cuales reciben más visitas de aves que de aviones. Incluso alguno se ha convertido en una sofisticada granja de conejos. Supongo que por alguna parte nos tenía que salir la vena agropecuaria, incluso en el momento de abordar las altas tecnologías.


El caso es que era una época de vacas gordas (o lo parecía), y no se andaba escatimando el dinero. ¿Llegarán a ser provechosas estas instalaciones? ¿Tendrán rentabilidad económica o social? Probablemente en el caso de las granjas de conejos no, porque, a menos que se encuentre un sustituto a los combustibles derivados del petróleo para hacer volar los aviones, dudo que se pueda ampliar la oferta de vuelos actual que, previsiblemente, se irán encareciendo. También se puede intentar encontrar utilidades alternativas, pero hay que tener cuidado. Por ejemplo, una pista de aterrizaje es un mal autocine, sobre todo para los que están al final de la pista.


Los avestruces quizás sí que llegarán a rentabilizarse, al menos socialmente. Hay poblaciones que han crecido alrededor de las paradas de avestruces, ya que ahora quedan suficientemente cerca de las grandes ciudades en tiempo. Ahora bien, la tendencia en muchos trabajos es disminuir el transporte físico de las personas, substiyéndolo por los medios de comunicación electrónicos: videoconferencias en lugar de desplazamientos, teletrabajo en lugar de asistencia presencial, etc. Seguramente una mejora en la red de comunicaciones electrónicas y un refuerzo del ferrocarril convencional sería de más utilidad social, y permitiría también la deslocalización de ciertas actividades, disminuyendo la concertación de determinados puestos de trabajo en las grandes ciudades.


Por otra parte, lo que de momento está muy verde es el teletransporte de mercancías (y no me refiero a los repartidores de pizza o pollos al ast). Es por ello que hubieran sido más rentables las inversiones en infraestructuras para el transporte ferroviario de mercancías, pero tampoco estas se han potenciado. Supongo que cuando hay que presentar méritos de cara a unas elecciones, luce además un avestruz estilizado que un tren feo, lleno de contenedores.


Pero el que decidió el nombre de AVE parece que no iba desencaminado: hizo desaparecer la mención al medio (tren) e incluyó la procedencia (española). Y es que la crianza de estos animalotes ha tenido un efecto secundario de mucho peso: con esta cantidad de kilómetros de vía construidos, las empresas que han montado todas estas infraestructuras están a la cabeza mundial del sector. España es la campeona de avestruces y los está vendiendo por todas partes. En palabras de rabiosa actualidad, es uno de los activos de la Marca España y así aparece en la curiosa web Marca España, donde se dice que es el segundo país en kilómetros de vía de alta velocidad por habitante (en realidad es el primero, si no me equivoco) ¿Realmente es algo de lo que presumir?


Estas empresas están optando a contratos para hacer grandes obras, que tendrán un uso mucho más intensivo que cualquiera de nuestros avestruces. Ya se ganó un importante contrato de La Meca a Medina y ahora se está trabajando en otro para Brasil. Seguro que esto reportará grandes beneficios a estas empresas. Supongo que también debe generar puestos de trabajo, aunque no sé si son muchos o no.


Lo que me gustaría saber es lo que les pasa por la cabeza a los compradores de avestruces destinados a transportar un número muy elevado de personas, cuando leen un curriculum que incluye líneas casi vacías, con sólo algunos viajeros al día, o algunos trayectos con menos de un viajero diario.

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