sábado, 12 de octubre de 2013

Los valores de una marca

Traducción de Els valors d'una marca

A pesar de su semejanza fonética, las palabras marca y marketing no comparten la misma raíz. Marca es la señal distintiva que se hace en algo para diferenciarlo del resto. En cambio, el marketing son las técnicas que permiten mejorar la comercialización de un producto, y deriva de market, la traducción inglesa de mercado. Pero, a pesar de provenir de raíces tan distintas, acaban confluyendo porque un buen marketing se basa, a menudo, en crear una buena marca, atractiva para los compradores. Y las buenas marcas suelen llevar asociados unos valores, que son lo que acaban fidelizando a los compradores y creándoles un vínculo, incluso sentimental.

En este contexto, el actual gobierno español ha puesto en marcha la campaña de la Marca España, con su correspondiente web. La página Quiénes somos / Qué es Marca España viene a ser la carta de presentación, y nos dice que su objetivo es mejorar la imagen de España, tanto en el interior como más allá de sus fronteras, y en beneficio del bien común. También dice que la eficacia es a largo plazo y que, para garantizar su continuidad, es necesario que sea fruto del consenso y que quede por encima de cambios políticos. Después de navegar un rato por sus páginas, opino que realmente no es fruto del consenso, sino obra del actual gobierno español. Quiero pensar, por ejemplo, que el PSOE lo hubiera hecho diferente. Para mí refleja la imagen que tiene de España el PP. Es por eso que yo, resaltando una de las características más relevantes de este gobierno, rebautizaría esta campaña como marCASPAña.

No voy a entrar a comentar los valores que considera que hacen buena la marca, os invito a que los exploréis por vuestra cuenta. Como resumen os diré que los que comparto son, mayoritariamente, los que se están cargando con los recortes, como la innovación tecnológica, por ejemplo. Lo que sí quiero destacar es el tratamiento que hace de la diversidad cultural del estado, que es prácticamente nulo. Tiene una página dedicada a la Riqueza lingüística en la que explica que hay otros cuatro idiomas. Sí señor, lo habéis adivinado, los cuatro idiomas son el euskera, el gallego, el catalán y el valenciano. Esta página está traducida a los cuatro. Esto nos permite constatar lo difícil que es el euskera: el enlace a la supuesta traducción no funciona. También sirve para distinguir claramente el catalán y el valenciano: la única diferencia significativa es una incoherencia entre ambas versiones, referente al siglo en que acabó el esplendor del valenciano (XVII en catalán y XVI en valenciano). Ni una palabra del aranés, que es oficial en Cataluña (no sólo en el valle de Aran). Tampoco menciona la fabla aragonesa, recientemente rebajada a LAPAPYP, ni tampoco el asturleonés. Sí habla ampliamente de la "lengua común", llamándola principalmente español, aunque también habla a veces de castellano. Es evidente que el castellano tiene una importancia y una implantación mucho mayor que el resto de lenguas, pero el tratamiento que da a las otras no me parece que transmita un sentimiento de "riqueza cultural", sino más bien de anécdota regional.

A partir de esta experiencia memorable, me he planteado mi relación con la marca España, entendiéndola como la imagen que dan del estado sus instituciones, como los valores que quieren resaltar como definitorios de España. Es evidente que mi relación con la marca ha ido cambiando a lo largo de los años. Cuando empecé a tener uso de razón, estábamos viviendo el final de una dictadura. Aunque no era el período más furibundo, había miedo. Por ejemplo, la policía era la autoridad, no un servicio público para atender las necesidades de la gente. El ejército tenía mucho peso y la mili se convertía a menudo en una pesadilla, en la que se quedaba a disposición de unos oficiales que, con demasiada frecuencia, eran herederos de la falange, y sin muchos escrúpulos. Y los valores militares impregnaban una sociedad machista y testicular, que pretendía ser una "unidad de destino en lo universal", que consideraba mejor "honra sin barcos que barcos sin honra" y que "ante la falla, mantenella e no enmendalla".

También la Iglesia era omnipresente, en las escuelas, en la vida cotidiana en que todo el mundo debía estar bautizado y casarse. No en vano, pretendía ser la "Reserva espiritual de Occidente". Incluso a la hora de escoger el nombre de un hijo no podías optar por uno que no contara con su aprobación. Evidentemente, tampoco se lo podías poner en catalán. Lo podías hablar por la calle con la gente que sabías que lo era, pero era como de mala educación dirigirse en catalán a un desconocido. Aún recuerdo la sensación que tuve más o menos con 15 años, en un viaje de fin de curso a Andorra, al darme cuenta de que había indicaciones de tráfico, letreros de tiendas y publicidad en catalán. Tenías que salir del principado para verlo. No estudié catalán como asignatura hasta el BUP y, evidentemente, todas las asignaturas eran en castellano hasta que llegué a la Universidad. Es curioso como, en este caso, la inmersión lingüística no tuvo el efecto adoctrinador que dicen que tiene ahora, sino más bien al contrario: un efecto rebote y ganas de rebelarse.

Después murió Franco y apareció la transición. Y esto supuso un cambio importante en la marca España. Es posible que la transición fuese mucho menos modélica de lo que se nos vendió, que la monarquía no fuera tan prudente como se proclamaba, que la Constitución no contemplara suficientemente los derechos de los ciudadanos, o que las autonomías no dispusieran realmente de todas las competencias que sería deseable. Pero el hecho era que los valores que había detrás eran diferentes. La transición debía suponer el cierre de un enfrentamiento, estableciendo una Constitución que supusiera igualdad de oportunidades para todas las ideologías. Y establecía unos derechos que, hasta el momento, nos habían sido negados. Seguramente, y más aún visto desde la perspectiva actual, no cumplía esta finalidad, pero los valores que se "vendían" eran estos. Es una diferencia fundamental respecto al régimen anterior, en el que los valores antidemocráticos eran reconocidos abiertamente y proclamados como marca España.

Y, finalmente, en 1982, ganó Felipe González, comenzó a gobernar alguien que no formaba parte de lo que había sido el aparato de la dictadura. Durante estos casi 31 años, 21 han correspondido a gobiernos del PSOE. El PP ha gobernado 10, de los cuales 6 con mayoría absoluta. En estos años, la sanidad se había extendido a todo el mundo, la educación se había desvinculado formalmente de la Iglesia, la situación de la mujer había dado pasos importantes. Se había reconocido, no sólo el divorcio, sino también el aborto más allá de las graves malformaciones. Incluso, en el reconocimiento de los derechos del homosexuales nos habíamos puesto al frente de muchos otros países. No todo eran rosas. La segunda legislatura de Aznar supuso una involución importante en muchos aspectos, pero no era comparable con la dictadura. Como mínimo, las acciones las tenían que disfrazar de democráticas.

Ciertamente, esta marca España era mucho más "comprable" que la primera que había probado. Y lo sigue siendo, evidentemente, aunque la crisis ha dado una excusa perfecta a estos dos últimos años de mayoría absoluta del PP para deshacerse buena parte de lo que se había conseguido. De momento, siguen teniendo que mantener las formas, tratando de justificar lo injustificable, confrontando sus actuaciones contra unos valores democráticos. Y esto no deja de ser un contratiempo, porque les obliga a mentir y les deja en falso. Y así hemos llegado a la marCASPAña que he estado mirando estos días, y que viene acompañada de toda la serie de despropósitos con que nos regalan los miembros del gobierno casi a diario.

De todos modos, hay algo que la marca España no ha sabido resolver, ni siquiera en los momentos en que otros temas han vivido avances importantes, y es el hecho de la integración de los diferentes pueblos que la constituyen. Para la derecha, heredera cada vez de forma menos disimulada de la España franquista, el nacionalismo español es el único aceptable y el resto de nacionalismos los tolera sólo cuando son útiles para su gobierno. Una parte importante de lo que se autodenomina izquierda, proclama la uniformidad como camino hacia la igualdad, aplastando las diversidades porque las consideran agravios. En ambos casos, además, se utilizan este tipo de argumentos para recaudar votos en otros lugares del estado. El resultado son las injerencias en aspectos transferidos, como por ejemplo la enseñanza, tema especialmente sensible estos días, con las aportaciones de PP y UPyD a la nueva LOMCE (alias "la gran Werta" por su poder destructivo).

Y así llegamos al 12 de octubre, la Fiesta Nacional de España según la ley 18 /1987, aprobada en la segunda legislatura de Felipe González. Es tan sólo un día, pero de cara a la marca España, los símbolos son esenciales. Y el símbolo que se escogió entonces fue la llegada de la primera expedición a América. Según la propia ley, el motivo es el siguiente:

La fecha elegida, el 12 de octubre, simboliza la efemérides histórica en la que España, a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y política, y la integración de los Reinos de España en una misma Monarquía, inicia un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos.

El "período de proyección lingüística y cultural" realmente era un intento de descubrir una nueva ruta comercial. Y la "proyección" se produjo a golpe de espada y cañón, con la finalidad principal de explotar los recursos de aquellas tierras, junto con sus habitantes, con los que no hubo intercambio, sino imposición y agresión. Algunos de estos países ahora celebran el 12 de octubre como día de la resistencia indígena. Otros lo hacen como día de la diversidad cultural. Y, seguramente, los que siguen celebrando el día de la hispanidad, lo hacen porque los que se independizaron fueron los hijos de los colonizadores, los criollos. Los habitantes de América anteriores a la llegada de los europeos habían sido diezmados por ellos, aplastados por la fuerza militar de los conquistadores.

La ley también hace referencia a la construcción del estado a partir de la pluralidad cultural y política, pero lo cierto es que la pluralidad no se dejó notar demasiado en la mencionada proyección intercontinental, básicamente porque los reyes lo eran de dos reinos diferenciados, Castilla y Aragón, y las nuevas colonias se anexionaron al reino de Castilla. No dejaron de ser reinos diferenciados hasta bastante más adelante y fue también con la intervención del ejército.

Y resulta que el día de la Fiesta Nacional de España, se celebra con un desfile militar, un homenaje al ejercito. Dada la intervención militar agresiva tanto en "proyección lingüística y cultural" como en la "integración de la pluralidad cultural y política", encuentro que la participación del ejército en la fiesta no es un buen símbolo, aunque la finalidad de las fuerzas armadas no sea ahora la misma (si somos benévolos en la lectura del artículo 8 de la Constitución).

Puestos a escoger, el 6 de diciembre representa unos valores mucho más democráticos que el 12 de octubre. Aunque no comulgues con la actual Constitución, celebrar la aprobación de un pacto de consenso para construir un Estado sobre las bases de igualdad, trasluce unos valores mucho más "comprables" que conmemorar el inicio de un genocidio, del expolio de un continente y de la imposición de una cultura sobre otras muchas por medio de las armas, sea cual sea el eufemismo que uses para describirlo.

martes, 1 de octubre de 2013

Imprudencias

Traducción de Imprudències

Juan Alberto Belloch, ex-ministro de justicia e interior, y actual alcalde de Zaragoza, hizo unas declaraciones este domingo en el diario ABC. Hablando de las actuales relaciones entre PSC y PSOE, declaraba que el "derecho a decidir" es, en realidad, el "derecho a la autodeterminación". Entonces, recordaba que la principal reivindicación de ETA durante décadas había sido la autodeterminación y que, a pesar de todos los muertos, no se había cedido. Según él, la autodeterminación no es aceptable y el PSC debe tenerlo claro.

Es posible que no haya entendido sus palabras, pero a mí ,el mensaje que me transmiten, es que es inútil luchar por el derecho a la autodeterminación si ETA no lo consiguió durante décadas con violencia. Si este es el mensaje, es preocupante. Yo pensaba que lo que descalificaba ETA era el camino que utilizaba para conseguir sus fines. Siempre he rechazado la violencia, y la encuentro especialmente injustificable en situaciones en las que hay vías pacíficas para defender las propias creencias, siempre que sean democráticas. Pero parece que para el ex-ministro de justicia e interior no es democrático aspirar a la independencia de Cataluña. Y es curioso, porque va contra el discurso que siempre se había oido de que, en democracia, estas tesis se podían defender, si era con métodos pacíficos.

Pero el trasfondo de la frase es aún más peligroso. Resulta que no se cedió a ETA porque lo que pedía (la autodeterminación) no era aceptable. ¿Se hubiera cedido, pues, si lo que se pedía fuera algo calificable sólo como "incómodo"? ¿Me está diciendo que si no lo consiguió ETA con las balas, como quiere lograrlo Cataluña con cadenitas humanas? ¿Está despreciando el poder de los medios pacíficos frente al uso de la violencia? ¿Se da cuenta de que está haciendo una llamada encubierta al uso de la violencia?

Señor Belloch, desde mi punto de vista se trata de unas declaraciones bastante imprudentes, impropias de un ex-ministro de justicia e interior. Por suerte, todas estas reivindicaciones han sido y están siendo pacíficas. Y creo y espero firmemente que lo seguirán siendo, lleguen al puerto que lleguen.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Bondad a la fuerza

Traducción de Bondat a la força

Estos días, a raíz del debate sobre el derecho a decidir, he visto comentarios del estilo de que los referendos son peligrosos. Algunas de las posibilidades citadas eran que se decidiera no pagar impuestos, o que se aprobara la pena de muerte. Otras voces alertaban del peligro de marginar minorías por parte de la mayoría. Supongo que dentro de este saco también irían los casos en los que sube al poder, en unas elecciones democráticas, un partido que quiere abolir la democracia.

Antes de continuar, quiero aclarar explícitamente que estoy en contra de todos estos supuestos, que no quiero que se hagan realidad. Una vez posicionado, sí quiero remarcar que impedir que sea el pueblo quien decide no resuelve el problema, como mucho el aplaza. Si la mayoría no quiere pagar impuestos, lo que está pasando es que no se les encuentra sentido. Si se teme un resultado que instaure la pena de muerte, quiere decir que la mayoría piensa que la violencia del estado es lícita más allá de la defensa, hasta la venganza  Si se trata de una mayoría que carga contra una minoría, habría que ver el porqué de esta animadversión. Es muy probable que haya un problema de desconocimiento mutuo o, incluso, de desinformación, que puede haber sido provocada de forma interesada, con fines poco loables. Finalmente, una democracia en la que se escoge un partido que pretende abolirla es que realmente no funciona . O, como mínimo, así es como lo debe vivir la mayoría de la población. Si todos estos problemas los enterramos, estamos sentados sobre un barril de pólvora que nos puede estallar en cualquier momento.

En todos estos casos se puede decidir vetar la participación del pueblo en las decisiones. El problema seguirá allí, pudriéndose y generando rencores, ya que la decisión se habrá acatado, pero no entendido. Se habrán curado los síntomas, pero no la enfermedad. Detrás de las críticas a consultar las decisiones al pueblo de forma indiscriminada hay a menudo la percepción de que la gente actúa mirando únicamente por su interés y que esto motiva sus opciones. Como en el resto de casos, tenemos un problema y, seguramente, viene dado porque todo en la sociedad de hoy en día se basa en equilibrios de fuerzas que tiran hacia lados diferentes. En estas condiciones, si no se puede dejar decidir al pueblo porque lo haría mal, no tiene sentido la democracia. Es posible que parte de la población realmente sólo mire por su propio beneficio, pero yo creo que no es tanta como se piensan algunos. Lo que hace falta es trabajar para que todos asuman que el bien de los demás es también el propio.

Finalmente, hay que valorar si una sociedad que se rige por criterios de bondad y solidaridad porque no le han dejado escoger otra cosa, es realmente una sociedad buena y solidaria. Personalmente, creo que la "bondad a la fuerza" , al igual que la "solidaridad a la fuerza" no lo son realmente, aunque lo parezcan.

Capitalismo de izquierdas (sociocapitalismo)

Traducción de Capitalisme d'esquerres

Hoy he visto una reseña sobre un informe que han hecho unos economistas de izquierdas sobre las pensiones. Si no lo he entendido mal, dicen que lo que hay que hacer no es intentar ahorrar en pensiones, sino recaudar el dinero necesario para cubrirlas, ya que se trata de un derecho básico, reconocido en la Constitución. Hablan de que, si se necesita más dinero, se debe buscar no sólo en los ingresos provenientes de los salarios, sino que hay que grabar también las rentas del capital y las empresas. Indican que lo que es insostenible es la recesión y que lo que hace falta es tomar medidas para superar la caída del PIB y del empleo. Otro argumento que aportan es que en los últimos 30 años la renta per capita se ha duplicado casi y añade que espera una evolución similar en el futuro.

Estoy de acuerdo en que garantizar una pensión digna para los jubilados debe ser una de las prioridades del Estado. Estoy de acuerdo en que el dinero debe buscarse donde lo haya, sin restringirse a los salarios. Lo que ya no veo tan claro es que nuestro centro de atención deba ser el PIB y nuestro objetivo deba ser la plena ocupación, tal y como la entendemos ahora. Y es que el discurso de la izquierda más mayoritaria y los grandes sindicatos creo que no afronta el problema real, sino que quiere dar otra patada adelante .

Si estos últimos 30 años la renta per capita se ha duplicado, seguramente no es porque ahora producimos el doble de riqueza que entonces. Veo más probable que la causa sean las diversas burbujas: inmobiliaria, financiera, de infraestructuras desmesuradas, etc. Si nuestro nivel de vida es mejor, es gracias a la explotación de países del tercer mundo, donde se producen la mayor parte de los bienes que consumimos y de los males que los consumen, tanto a ellos, como al planeta y a nosotros a larga (o no tan larga).

Estamos inmersos en un sistema de crecimiento continuo e insostenible, y la receta de la izquierda capitalista es seguir con el mismo ritmo, aunque con una distribución equitativa. Dudo mucho que se encare el problema a nivel global, que el reparto equitativo incluya a los países pobres, porque entonces los números no salen. ¿Da como para que todos tengamos nuestro nivel de vida? De la misma manera, el pleno empleo con trabajos como las que estamos acostumbrados tampoco lo veo sostenible, como apuntaba en Ganarse la vida. Si ahora el mismo trabajo lo podemos hacer con menos gente, lo que hay es que repartir este menor trabajo para alcanzar lo que realmente necesitamos, no crearnos nuevas necesidades para que todos nos tengamos que "ganar la vida".

Creo que este cambio de chip es necesario y creo que no se ha hecho. Se está vendiendo una recuperación basada en los mismos esquemas que nos han llevado hasta aquí. Son unos esquemas capitalistas, que miden los estados por su PIB, por su renta per capita, en lugar de por el bienestar de sus habitantes y por el bienestar que generan en los del resto de países. Y, de paso, podríamos incluir al resto de seres vivos. Los grandes partidos de izquierda y los grandes sindicatos siguen vendiendo la ilusión de que volveremos a crecer, a aumentar el consumo, a generar más puestos de trabajo (aunque sean inútiles). Siguen propugnando una aceleración, un nuevo paso adelante cuando estamos al borde el precipicio. Siguen apostando por un capitalismo de izquierdas.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Participactivismo (derecho a decidir)

Traducción de Participactivisme

La lectura que ha inspirado esta entrada es un artículo de Javier Cercas en El País: Democracia y derecho a decidir. Según el autor no se puede ser demócrata y estar a favor del derecho a decidir. Parece que, si se quiere trabajar por la independencia respetando los principios democráticos, hay que hacerlo a través de lo que últimamente se denominan unas elecciones plebiscitarias (aunque él no emplea este término). Se trata de unas elecciones en las que todos los partidos que se posicionan claramente sobre la cuestión a tratar y, al final, los resultados electorales hacen que el parlamento resultante tome la decisión en función de los diputados obtenidos. A mí el sistema no me convence, por razones diversas:

  • Lo que votas no sólo afecta a la cuestión que se quiere decidir, sino que quien gana gobierna los cuatro años siguientes.
  • El resultado se ve distorsionado por la ley de Hondt.
  • No se puede obligar a todos los partidos a definir su postura, ya que un partido con militantes de las dos posturas deberá dividirse si se quiere definir, con la consiguiente pérdida de escaños totales.
  • No hay garantía de que acaben votando lo que dijeron en la campaña, sobre todo si cambian las condiciones entre las elecciones y la votación.

Pero debo reconocer que tiene razón en una cosa: la democracia sustentada en la Constitución española actual no reconoce el derecho a decidir de la gente de la calle. Si no he mirado mal, las decisiones las toman siempre los parlamentos (estatal o autonómicos), el Senado, los ayuntamientos, etc. Si no eres un cargo electo, sólo puedes participar en un referéndum consultivo, convocado por el Rey a petición del Congreso de los Diputados (artículo 92), o en una Iniciativa Legislativa Popular (artículo 87), que no puede afectar a materias propias de leyes orgánicas, tributarias o de carácter internacional. O sea, los ciudadanos delegamos todas nuestras decisiones a unos partidos políticos y les damos la confianza para un paquete entero. No podemos expresar nuestra discrepancia en aspectos concretos.

Y es así porque los referendums son voluntarios y consultivos. Y aunque un estatuto elaborado por un parlamento y retocado por las Cortes, supere un referéndum, también puede venir el TC, elegido por los principales partidos políticos, y recortarlo a su antojo. Las ILP también pueden tener resultados poco brillantes, si nos fijamos en el caso de la presentada por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, con 1,4 millones de firmas, y totalmente desvirtuada por el PP.

Por otra parte, los partidos no están obligados a cumplir con el programa que presentaron, sólo responden a las urnas al cabo de 4 años, si no los obligan antes a convocar elecciones, o les interesa porque creen que podrán mejorar resultados. Tampoco parece que estén obligados a respetar la Constitución según se desprende de la lectura de las obligaciones de los poderes públicos en algunos artículos:

  • Artículo 40.1. Política orientada al pleno empleo.
  • Artículo 41. Mantenimiento de un régimen de prestaciones sociales suficientes ante situaciones de necesidad, especialmente en caso de desempleo.
  • Artículo 42. Vela por los trabajadores en el extranjero y política orientada a su regreso.
  • Artículo 43.2. Organización y tutela de la salud pública.
  • Artículo 44. Tutela del acceso a la cultura y promoción de la ciencia y la investigación en beneficio del interés general.
  • Artículo 45.2. Vela por la utilización racional de los recursos naturales.
  • Artículo 47. Derecho a una vivienda digna. Están obligados a regular el uso del suelo para impedir la especulación.
  • Artículo 48. Promoción de la participación de la juventud en el desarrollo político, social, económico y cultural.
  • Artículo 50. Garantía de pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas.

Y, ¿la Constitución se puede tocar? Sí. Los dos partidos mayoritarios lo hicieron en un abrir y cerrar de ojos un mes de agosto, sin encomendarse a nadie. Ahora, si es del pueblo de dónde salen las voces de cambio, entonces resulta que es fruto de un consenso que no se puede romper, que no se sabe lo que podría pasar.

Realmente, si hacemos una descripción de la democracia sustentada en la Carta magna, llego a la conclusión de que no soy demócrata. Voy perdiendo etiquetas como hojas de un árbol en otoño, tal y como explicaba en Conflicto de etiquetas. Así que ya que no puedo ser demócrata, me defino como participactivista. Y eso me permite mirar con otros ojos un fragmento del mencionado artículo de Javier Cercas donde decía que, en democracia, no existe el derecho a decidir sobre lo que uno quiere, indiscriminadamente. Ponía el ejemplo de que no podemos decidir si debemos detenernos en un semáforo en rojo o si tenemos que pagar impuestos: tenemos que hacer las dos cosas y punto. Hombre, en principio sí, pero si hace veinte minutos que estás con el semáforo rojo y miras y no viene nadie, yo creo que puedes pasar. De la misma manera, si tus impuestos dejan de servir para pagar la sanidad, la educación, la investigación y las pensiones, y pasan a usarse para devolver parte de los intereses de una deuda demencial, hacer un gasto desproporcionado en el ejército y ampliar los cuerpos de policía anti-disturbios comprando, además, balas de goma que vacían los ojos de los ciudadanos que se manifiestan, podría ser una buena opción retenerlos en una cuenta bajo notario, declarándote objetor fiscal. A esto le llaman desobediencia civil. Seguro que tampoco es democrática.

Pero el argumento que emplea el articulista tiene una pata coja: el derecho a decidir que se plantea no es a título individual (YO no me paro en el semáforo o YO no pago impuestos), sino de toda Cataluña. Porque supongo que si la mayoría considerara que los semáforos rojos ya no funcionan, y que hay que volver a mirar para cruzar, o la mayoría decidiera que no quiere pagar para devolver los intereses de una deuda imposible de devolver, esto quizás no sería democrático, pero se le parecería bastante. Y es que si descalificamos a la mayoría, aunque sea en una consulta directa, sin mediación de los cargos electos, estamos diciendo que la población no está preparada, que no tiene criterio y que alguien debe gobernar por ella, poniendo las normas por encima de su lógica. Así pues, estaríamos en una Democracia ilustrada, aunque seguramente sería más democrática que el derecho a decidir.

Para ser honesto hay que reconocer que, el hecho de que los ejemplos puestos no señalen la mayoría, viene de que se supone que la consulta se haría sólo en Cataluña y aquí no se podría lograr la mayoría, dado que la Constitución marca que la soberanía es del pueblo español. De todos modos, dice que si una mayoría clara e inequívoca de los catalanes quiere la independencia, se le debería conceder, porque sería peor obligarla a la permanencia. En el punto en que discrepo es en el que dice que cualquier político honesto y prudente usaría unas elecciones plebiscitarias para dilucidar si existe esa mayoría. Y este punto es el que he empezado tratando hoy.

A partir de aquí, me gustaría contaros cómo sigo la historia yo. Habrá que rehacer las normas, repensarlas de nuevo, de forma que todos podamos participar de una manera más fácil. Y en eso estaba, cuando en abril apareció una propuesta de poner en marcha un proceso constituyente de base, para redactar las reglas del juego de una nueva república catalana. No es una propuesta de constitución, sino de proceso, puesto en marcha desde la base y recogiendo los frutos de todos los que se han ido asociando cada vez más para hacer frente al expolio que los poderosos vienen llevando a cabo. No es un partido político, ni tiene un programa concreto. Es una convocatoria. Eso sí, enumera unos puntos básicos, unos mínimos para garantizar que las personas pasen al centro y desplacen la economía a su papel de herramienta. Os los resumo a mi manera, que para eso se trata de un proceso participativo:


  • Auditoría de la deuda, analizando qué parte ha revertido realmente en la población, e impago de la deuda ilegítima.
  • Control público de todos los recursos básicos, impidiendo su mercantilización y que se especule con ellos. Entre los recursos básicos para mí estarían la energía, la alimentación, el agua, la vivienda, la educación, la sanidad, las comunicaciones tanto físicas como electrónicas, los medios de comunicación, la cultura y la investigación. También incluiría aquí la creación de una banca pública y ética y freno a la especulación financiera, dado que el dinero se ha convertido en un bien.
  • Reparto y dignificación del trabajo, reconociendo el doméstico y el de cuidado, actualmente no remunerados.
  • Derecho al propio cuerpo y lucha contra la violencia de género.
  • Derogación de la ley de extranjería y derechos de ciudadanía para todos los residentes.
  • Solidaridad internacional. Estado sin ejército y fuera de la OTAN.

Y, ¿por qué hacerlo para una república catalana y no para toda España? Yo os doy una serie de razones, no necesariamente ordenadas y tampoco necesariamente compartidas por las más de 43.000 personas adheridas al manifiesto hasta el momento:

  • Porque la solidaridad internacional también se puede vivir sin renunciar a la propia identidad.
  • Porque la nueva república se deberá dotar de constitución, y nos ahorramos el paso de derogar una existente.
  • Porque una organización de base es compleja y en un país más pequeño será más fácil ponerla en marcha.
  • Porque aprovechamos el empuje de la independencia, y añadimos el derecho a decidir en el terreno social, al derecho a decidir identitario.
  • Porque la caspa del gobierno del PP, sumada a la gomina del gobierno de CiU son demasiado para cualquier champú. Nos centramos en uno solo para tener más oportunidades de éxito. Diría que nos quedamos con el contrincante más fácil, pero no lo tengo del todo claro.

Que pongamos en marcha esto en Cataluña no quiere decir que no apoyemos el trabajo que hace la gente en el resto del Estado. Si esto nos funciona os pasamos la receta, de la misma manera que estaremos atentos a las vuestra para aprovecharlas.

Estos días, en comentarios de blogs y noticias he leído alguno que acababa con un: "¡Adiós España, aquí os quedáis!". No lo comparto, así que yo acabaré esta entrada a mi manera: "Bueno, el camino es largo y cuesta arriba. Nosotros vamos tirando a poner la mesa, que si no es para comer, ya apareceréis para cenar. ¡Salud! "

jueves, 12 de septiembre de 2013

Conflicto de etiquetas

Traducción de Conflicte d'etiquetes

Ya hace tiempo que sé que hay que andar con cuidado con las etiquetas, pero desde que ha aparecido el #ProcesConstituent, la cosa se ​​me está complicando. Y es que este proceso tiene de todo un poco:

  • El manifiesto tiene un fuerte componente social, tanto en la exposición como en los 10 puntos propuestos, así que se le considera de izquierdas.
  • El proceso que propone es para una nueva República catalana, lo que da pie a tacharlo de independentista y, quizás también, de nacionalista, dado que a menudo se confunden los dos términos.
  • Los promotores están vinculados al cristianismo: Teresa Forcadespor razones obvias y Arcadi Oliveres porque es presidente de una entidad cristiana. Aunque en ninguna parte del manifiesto se hace mención a ninguna religión, ha levantado reticencias en este sentido, vinculándolo en algunos casos a la religión.

¿Y cuál es mi problema? Pues que siempre me he considerado de izquierdas, pero voy leyendo en muchos lugares diferentes que no se puede ser de izquierdas y religioso o que no se puede ser de izquierdas e independentista. Vamos por partes.

Para mí, las personas tienen unas convicciones y actúan de unas maneras determinadas. Si alguien llega a la conclusión de que necesitamos un mundo más justo porque Dios nos ama a todos y hay que trabajar para traer el Reino de Dios entre los hombres, es igual de válido que si alguien llega a la misma conclusión desde criterios puramente humanísticos. Y si hay una experiencia que ha sido buena para ti y quieres compartirla con los demás, por si también les ayuda, no estás haciendo nada malo. Es más, tal vez lo que estaría mal sería no compartirla y quedártela sólo para ti. Otra cosa es que intentes imponerla. En esto sí que estaría totalmente en contra, pero no es el caso. Con esto no quiero decir que yo sea creyente. De hecho, hace muchos años que no acabo de saber si lo soy o no. Lo que sí tengo claro es el respeto que me infunde la gente que defiende las causas justas, independientemente de sus creencias íntimas.

Luego viene el cóctel de independentismo e izquierdas. En muchos lugares se habla de que las izquierdas deben ser internacionalistas y, por tanto, contrarias a la independencia. A mí eso me sorprende, porque la irrupción de la derecha al independentismo en Cataluña es muy reciente, y aún está llena de contradicciones. Cuando yo iba a la facultad, la gente independentista era de izquierdas, y más bien de las radicales. Lo que sí es cierto es que había derecha catalanista y, más o menos, nacionalista. El nacionalismo es un tema más delicado, porque introduce un factor sentimental que puede ser peligroso. No tiene porque serlo pero existe el riesgo. Lo que  me gustaría preguntar a los que niegan que la independencia sea compatible con la izquierda es si estarían de acuerdo en que las políticas educativas del colegio de sus hijos las decidiera en Bruselas un gobierno elegido por todos los europeos. O si querrían que la política laboral o monetaria la fijara este mismo gobierno. Lo dudo, aunque esto sería mucho más internacionalista.

Pero el lenguaje tiene trampas. A menudo la izquierda se llama progresista y la derecha conservadora. Yo, entre progresistas y conservadores me apunto a los primeros, pero no quiero un progreso que suponga crecimiento indefinido y depredación de recursos. Se han hecho muchas barbaridades en nombre del progreso. En cambio sí que quiero conservar el planeta para nuestros descendientes y los del resto de las especies. Quiero conservar los servicios públicos que tanto costó montar, en lugar del progreso que supone montar negocios especializados en obtener beneficios de los servicios básicos. Quiero conservar mi cultura y la de todos los pueblos de la Tierra, y que no se vean aniquiladas por el progreso de una globalización uniformadora .

De la misma manera, no soy individualista, pero creo en una sociedad en la que el centro sean las personas y no el Estado. Cualquier organización de la que nos dotamos debe servirnos a todos, no debemos ser nosotros sus siervos. Soy de izquierdas si implica el reparto justo de los bienes disponibles, pero no quiero un Estado socialista o comunista todopoderoso que me marque qué hacer. No quiero que el Estado me garantice la sanidad y la educación, sino que quiero tener unos servicios públicos de calidad. Servicios públicos sanitarios, educativos, de abastecimiento de energía y agua, alimentarios, de vivienda, etc . Lo que consideramos básico .

Para mí la diferencia entre que los dé el Estado y que sean servicios públicos, es que estos últimos son de todos, que todos participamos para crearlos y hacerlos nuestros. Y también para controlarlos. Así los apreciaremos y respetaremos y, de paso, no nos los secuestrarán como están haciendo ahora. Estos servicios no es necesario que los preste el estado. Por ejemplo, pueden ser cooperativas sin ánimo de lucro, siempre que sean transparentes. Hoy en día hay cooperativas de enseñanza concertadas o centros de asistencia primaria autónomos que funcionan bien. En Finlandia los directores de las escuelas escogen su equipo. Alternativas hay y habrá que explorarlas. Ya es hora de que nos pongamos manos a la obra y empecemos a construir nosotros lo que queremos, porque los políticos profesionales, los "especialistas" de la política, nos han fallado.

También creo en la iniciativa privada, en que cada uno pueda poner en marcha los proyectos que crea oportunos, siempre que no esté perjudicando a nadie, o malgastando los recursos que son de todos, porque vivimos en un planeta finito, y cada vez estamos llegando más a su límite.

Soy de izquierdas para los que quieren privatizarlo todo para que dé el máximo rendimiento económico, pero no lo soy para los que quieren anular la diversidad en nombre de la igualdad. Soy independentista porque votaría sí en una consulta hoy, pero no lo soy porque para mí no es una meta, sino una buena oportunidad. No soy creyente porque no he conseguido creer, aunque a veces pienso que todo sería más fácil. Y quizás es mejor así, sin etiquetas, dejando que los distintos matices nos enriquezcan.

martes, 3 de septiembre de 2013

¿Unidad o uniformidad?

Traducción de Unitat o uniformitat?

La propuesta #EncerclemLaCaixa del Procés Constituent para el 11 de septiembre consiste en crear un lazo en la Via Catalana que rodee de la sede de La Caixa, y está siendo polémica. La mayoría de críticas que he leído apuntan a que es inoportuna, que el 11 de septiembre hay que centrarse en la de independencia y dejar el resto de reivindicaciones para los demás días del año. Hace unos días leí una crítica especialmente virulenta: La cagaradeta del Procés Constituent. Supongo que la animadversión que siente el autor hacia la propuesta del manifiesto lanzado por Arcadi Oliveres y Teresa Forcades, le hizo ser especialmente agresivo. De aquella lectura ha salido esta entrada, pero no para rechazar el tono en el que está escrito el comentario (que encuentro deplorable), sino para hablar de la manera como defiende la unidad de acción. Hay una pequeña anécdota en el texto, que para mí es simbólica: en el primer párrafo habla de que el país es de todos y de todos colores e ideologías, pero en el tercero carga contra los que quieren expresar su opinión con una camiseta de color diferente a la de la convocatoria de la ANC (Assemblea Nacional de Catalunya, organizadora de la Via Catalana). Ya sé que la mención a las camisetas es un ejemplo, un detalle, pero me hace pensar que, más que la unidad, lo que está defendiendo es la uniformidad. Quizás se entenderá mejor lo que quiero decir si cuento los motivos por los que me he apuntado a rodear La Caixa.

En primer lugar, hay que tener en cuenta que la convocatoria no se ha hecho de espaldas a la ANC, sino de forma coordinada. Es por eso que los que nos apuntamos a este tramo contaremos también, sumaremos dentro del cómputo total de participantes, no restaremos. Pero en mi caso, aún es más claro que no será una resta, porque no hubiera participado en la Vía Catalana y, en cambio, sí iré a rodear La Caixa. Y es que el error en que se cae a menudo es pensar que, en una hipotética consulta, todos los que votarían a favor de la independencia lo harían por las mismas razones.

El autor del comentario citado señala como la causa principal de nuestros males el llamado expolio fiscal de España. Según este razonamiento, una vez terminado este expolio todo será más fácil y ya podremos resolver los problemas de Cataluña. Este es el mensaje que nos transmiten CDC y ERC casi a diario. Yo no creo que este sea el problema más importante al que nos debemos enfrentar para solucionar nuestros problemas. Para mí es mucho más grave el expolio social al que estamos sometidos. Es mucho más grave que se respeten los derechos adquiridos de los poderosos, mientras se pisan y se destruyen los del 99% de la población. El cálculo de las balanzas fiscales no deja de ser una simulación, no se puede tomar como un dogma de fe, como una certeza. No creo que se pueda afirmar que los trabajadores de las otras partes del Estado nos estén quitando nuestros recursos. Lo que sí tengo claro es que los poderosos están expoliando a los trabajadores, los parados y los pensionistas. Las diferencias son cada vez mayores, no sólo porque bajen los de abajo, sino también porque suben los de arriba. Y este desequilibrio está en todos los niveles: mundial, europeo, español y catalán. Creo que las prioridades con las que se están gastando los recursos actualmente no son las correctas, aunque haya poco margen de maniobra a nivel de la Generalitat.

Y entonces, ¿por qué votaría a favor de la independencia actualmente? Yo no tendría problema en estar en un Estado español que entendiera y respetara la identidad de los diferentes pueblos que lo componen actualmente. Pero la respuesta que se ha dado desde los diferentes estamentos del estado a la aprobación del Estatuto primero, y a la celebración de una consulta de autodeterminación después, me han dejado claro que este encaje no es posible, que hay unas visiones tan diametralmente opuestas de lo que es España, que no veo que se puedan conciliar. Pero hay un segundo motivo para votar a favor de la independencia y se concretó en abril, con la presentación del manifiesto por el Proceso Constituyente: la creación de la nueva República catalana puede permitir replantear el modelo de estado que queremos y construir uno nuevo, centrado en las personas.

Así pues, desde mi perspectiva no tengo claro de apuntarme a una Via Catalana per la independència, sin más contenido. Para mí la independencia no es la meta más importante y me incomoda la lectura que se hará de mi participación el día siguiente. Y el ejemplo más claro es lo que ocurrió con la manifestación del año pasado. Si CiU no hubiera cometido el error táctico de anticipar las elecciones, pensando que sacaría mayoría absoluta, ahora estaría sumando los participantes como apoyos a su política, cargando contra el expolio fiscal y apoyando los recortes.

La cadena que rodeará La Caixa me permite expresar mi suma al proceso de independencia, pero mi resta de los que piensan que todos nuestros males vienen de fuera de Cataluña, que no tenemos nada que revisar en nuestra casa. Para mí no vale cualquier tipo de independencia, sino que quiero una que sirva para hacer una revisión integral. Para mí, la independencia no es el objetivo, sino la mejor opción de relación con el resto de los pueblos de España, dadas las alternativas actuales, y una buena oportunidad para darle la vuelta al capitalismo que nos está comiendo .

Es en este sentido que creo en la unidad del acto, pero no en su uniformidad.


P.D.: Algunas entradas de hace un año creo que ayudan a clarificar mi postura sobre todo esto:

sábado, 17 de agosto de 2013

Vendiendo avestruces

Traducción de Venent estruços

Si la memoria no me falla, cuando se empezó a hablar de los trenes de alta velocidad en España los llamábamos TGV (Tren de Gran Velocidad), supongo que por mimetismo con el TGV (Train à Grande Vitesse) que ya tenían nuestros vecinos franceses. En inglés parece que las siglas son HSR (High Speed ​​Rail) y, seguramente, las más lógicas aquí habrían sido TAV (Tren de Alta Velocidad). En cambio, se escogió el nombre de AVE (Alta Velocidad Española) que provocó un cierto desconcierto en un principio, ya que tenemos la costumbre de pronunciar los acrónimos como palabras normales, y a nadie le pasa desapercibido que el AVE no vuela. Si tuviéramos que elegir a qué ave se refiere el acrónimo seguramente sería el avestruz, que no vuela pero va muy rápido.

Aquel primer avestruz parece que era muy fecundo y se multiplicó, convirtiendo a España en el segundo país del mundo en kilómetros totales de vías de alta velocidad, después de China. La metáfora avícola no termina aquí y esta inversión fue paralela a la profusión de aeropuertos que salieron como setas por todo el Estado, muchos de los cuales reciben más visitas de aves que de aviones. Incluso alguno se ha convertido en una sofisticada granja de conejos. Supongo que por alguna parte nos tenía que salir la vena agropecuaria, incluso en el momento de abordar las altas tecnologías.


El caso es que era una época de vacas gordas (o lo parecía), y no se andaba escatimando el dinero. ¿Llegarán a ser provechosas estas instalaciones? ¿Tendrán rentabilidad económica o social? Probablemente en el caso de las granjas de conejos no, porque, a menos que se encuentre un sustituto a los combustibles derivados del petróleo para hacer volar los aviones, dudo que se pueda ampliar la oferta de vuelos actual que, previsiblemente, se irán encareciendo. También se puede intentar encontrar utilidades alternativas, pero hay que tener cuidado. Por ejemplo, una pista de aterrizaje es un mal autocine, sobre todo para los que están al final de la pista.


Los avestruces quizás sí que llegarán a rentabilizarse, al menos socialmente. Hay poblaciones que han crecido alrededor de las paradas de avestruces, ya que ahora quedan suficientemente cerca de las grandes ciudades en tiempo. Ahora bien, la tendencia en muchos trabajos es disminuir el transporte físico de las personas, substiyéndolo por los medios de comunicación electrónicos: videoconferencias en lugar de desplazamientos, teletrabajo en lugar de asistencia presencial, etc. Seguramente una mejora en la red de comunicaciones electrónicas y un refuerzo del ferrocarril convencional sería de más utilidad social, y permitiría también la deslocalización de ciertas actividades, disminuyendo la concertación de determinados puestos de trabajo en las grandes ciudades.


Por otra parte, lo que de momento está muy verde es el teletransporte de mercancías (y no me refiero a los repartidores de pizza o pollos al ast). Es por ello que hubieran sido más rentables las inversiones en infraestructuras para el transporte ferroviario de mercancías, pero tampoco estas se han potenciado. Supongo que cuando hay que presentar méritos de cara a unas elecciones, luce además un avestruz estilizado que un tren feo, lleno de contenedores.


Pero el que decidió el nombre de AVE parece que no iba desencaminado: hizo desaparecer la mención al medio (tren) e incluyó la procedencia (española). Y es que la crianza de estos animalotes ha tenido un efecto secundario de mucho peso: con esta cantidad de kilómetros de vía construidos, las empresas que han montado todas estas infraestructuras están a la cabeza mundial del sector. España es la campeona de avestruces y los está vendiendo por todas partes. En palabras de rabiosa actualidad, es uno de los activos de la Marca España y así aparece en la curiosa web Marca España, donde se dice que es el segundo país en kilómetros de vía de alta velocidad por habitante (en realidad es el primero, si no me equivoco) ¿Realmente es algo de lo que presumir?


Estas empresas están optando a contratos para hacer grandes obras, que tendrán un uso mucho más intensivo que cualquiera de nuestros avestruces. Ya se ganó un importante contrato de La Meca a Medina y ahora se está trabajando en otro para Brasil. Seguro que esto reportará grandes beneficios a estas empresas. Supongo que también debe generar puestos de trabajo, aunque no sé si son muchos o no.


Lo que me gustaría saber es lo que les pasa por la cabeza a los compradores de avestruces destinados a transportar un número muy elevado de personas, cuando leen un curriculum que incluye líneas casi vacías, con sólo algunos viajeros al día, o algunos trayectos con menos de un viajero diario.

lunes, 12 de agosto de 2013

Fábrica de Mensajes Incendiarios

Traducción de Fàbrica de Missatges Incendiaris

Dentro de la estrategia global de menosprecio a la ciudadanía que están siguiendo algunas de las instituciones que nos gobiernan, el FMI está teniendo un papel muy preponderante. Ya sea a través de sus informes o de las declaraciones de su directora, no deja de sorprendernos con su capacidad de provocar a la gente. Dos de las últimas perlas están incluidas en el último informe que han hecho sobre España.

La primera perla es la propuesta de una serie de medidas para evitar el paro. En primer lugar, conseguir un pacto para reducir los sueldos el 10% en dos años a cambio de un compromiso de creación de puestos de trabajo por parte de los empresarios. Este pacto iría acompañado por una reducción de la cotización de las empresas a la seguridad social y un aumento del IVA una vez que la población comience a levantar cabeza. También pide profundizar en la reforma laboral, abaratando el despido, eliminando la ultraactividad de los convenios, etc. Parece ser que han puesto todos estos parámetros en un simulador y los resultados son un crecimiento del 5% del PIB y de un 7% del empleo en cinco años.
También iría acompañado de una reducción importante de la deuda.

Vamos por partes. ¿Cuál es el motivo de que haya paro? ¿Hay trabajo que hacer pero es demasiado caro contratar? ¿No tenemos ya lo que necesitamos, pero mal repartido? Reduzcamos los sueldos un 10% y reduzcamos las jornadas en la misma proporción. Así repartiremos el trabajo, en lugar de dar más beneficios a las empresas, que con la propuesta disminuyen los costes laborales y los impuestos. Por otra parte, si la reducción de cotizaciones se compensa con un aumento del IVA, los que pagan más son los que se gastan todo su sueldo y no pueden ahorrar, porque pagan IVA de todo. Grabemos mejor todas las transacciones financieras especulativas. Esto no afectaría al poder adquisitivo de los que están viendo reducidos sus ingresos. O aumentemos un 10% el impuesto sobre los beneficios de las sociedades, que se ven incrementados por estas medidas. O grabemos con un 10% las grandes fortunas. Y otra cuestión: ¿Para qué hay que recaudar este dinero? ¿Para financiar unos servicios públicos de calidad? ¿
O para devolver una deuda cada vez mayor, de la que la población no se ha aprovechado y que no ha sido responsable de contraerla?

Porque el argumento que dan para defender la medida es una simulación en sus hojas de cálculo. ¿Os suena? Hace poco se hizo público un error en una hoja de cálculo que invalidaba el estudio en el que se basaban, en buena medida, las políticas de recortes salvajes que se están aplicando. ¿Todavía nos creemos capaces de predecir los efectos de unas medidas con la precisión con la que lo está haciendo esta gente? ¿Qué pasará si se han equivocado? Pues a ellos nada. Se encogerán de hombros y dirán que ha pasado no sé qué patatim patatam que no se podía prever y que lo sienten mucho, pero que no nos preocupemos, porque eso se arregla haciendo no sé qué otras barbaridades. O ni siquiera eso. Lo que querían ya lo habrán conseguido: hacer más ricos a unos cuantos y desmontar unos servicios públicos que no les están permitiendo generar negocio.

La segunda perla viene en la referencia a la intervención de las autonomías que no cumplan el objetivo de deuda durante tres meses. Supongo que a un poder como el FMI le interesa que el gobierno esté lo más alejado posible de los ciudadanos. Así, lo mejor es que los ayuntamientos no pinten nada, las autonomías muy poco y los estados no mucho más. Hay un punto añadido, que es que son las autonomías las que manejan buena parte de los presupuestos de enseñanza y sanidad públicas. Y estos son dos objetivos a destruir. Una buena razón para intervenir las autonomías. Porque lo que plantean no es que el gobierno central intervenga la autonomía, que ya sería grave desde el punto de vista de un estado descentralizado, sino que quieren que la intervención la hagan unos técnicos independientes, totalmente al margen del control democrático. Serían estos técnicos quienes decidirían en qué gastar el dinero de que se disponga, y lo harían con criterios totalmente ajenos a lo que la población haya expresado en las urnas. La presión de una posible pérdida de elecciones no les frenaría a la hora de hacer unos recortes aún más drásticos en la enseñanza y la sanidad públicas.

Como en el caso anterior, estos técnicos tendrían patente de corso, derecho a equivocarse escudándose en que nadie podía haber predicho mejor que ellos. Esta vez también el daño ya estaría hecho, ya sería igual tener la razón o no, dado que se habrían conseguido los objetivos que se perseguían. Y esta inevitabilidad descargaría a los dirigentes políticos actuales de un desgaste que cada vez les es más insoportable. Una buena jugada, ¿no? Lástima que no se pueda tildar de democràtica.

sábado, 10 de agosto de 2013

Fin de la cita

Traducción de Fi de la cita

El día 1 de agosto el presidente del gobierno tuvo a bien comparecer en el Parlamento para pasar por la cara a todos los presentes que tiene mayoría absoluta. Se jactó de que el resto de grupos no tenían instrumentos para obligarle a ir, llegando a la conclusión de que había sido magnánimo al hacerlo. Parece que no se da cuenta que estaba señalando otra de las carencias que tiene el sistema parlamentario.

El discurso no lo oí, pero he leído después la transcripción. ¿Conclusión? Tiene mayoría absoluta y seguirá haciendo todo lo que crea conveniente para seguir ganando la confianza de los mercados. En un momento determinado le dice al jefe de la oposición que están allí para administrar bienes que no son de ninguno de ellos. Lo dice pocos días después de conocerse que ya se dan por perdidos 36.000 millones de euros de los que se prestaron a la banca a través del FROB. Pero, ¿qué es lo importante? La estabilidad de la imagen de España en el exterior. Aunque sea falsa y que los dos grandes partidos sepan que viven de un crédito que ya no tienen, que los votos que obtuvieron ya no serían para ellos. Es por eso que ninguno de los dos pide nuevas elecciones. 

Pero es posible otra lectura del discurso, mucho más humana. El rey ya se disculpó hace un tiempo por haber sido tan indiscreto como para romperse una cadera en Botsuana. Y nos aseguró que no volvería a pasar. Rajoy también reconoció su error: admitió ser demasiado bueno y haber creído en un falso inocente, que al final resultó ser un presunto culpable. Se declaró orgulloso de esta bondad, que le permite confiar en personas dudosas y seguirles pagando un sueldo con despacho en la sede del partido hasta el día después de que se publiquen informaciones comprometidas en la prensa. Pero es que es gracias a esta bondad que no censuró al actual ministro de Industria, que fue acusado y al final se demostró que el posible delito había prescrito. Es por ello que seguirá haciendo gala de ella, y confiará los bienes de todos (que administra con tan exquisito cuidado) a personas inocentes hasta que se demuestre lo contrario (o prescriba el delito).

Y nos transmitió en su discurso un mensaje subyacente, casi subliminal. Era un mensaje de arrepentimiento y un propósito de enmienda, como antes había hecho el rey. Un mensaje repetido como un mantra, como los avemarías de penitencia estipulados por un confesor. Nos estaba diciendo a todos que ha decidido romper totalmente con él, dejar de enviarle mensajes al móvil, incluso borrarlo de su agenda. Ya no volverán a ir a tomar una cervecita juntos. Ya no volverán a quedar. Anulará cualquier reunión que tuviera acordada con él. Es el fin de la cita.

jueves, 1 de agosto de 2013

Las bondades de lo privado

Traducción de Privatitza que fa fort

¿Sabíais que lo privado es eficiente? Esto es lo que nos repiten cada dos por tres para justificar que los servicios públicos son un pozo que se come todos los recursos. Ahora mirad la foto, se trata de dos concentradores de fibra óptica.

Hasta antes de ayer, en esta pared sólo había el concentrador de Telefónica, pero ahora tiene al lado uno de Jazztel. Ambos pueden dar servicio a los mismos cuatro pisos, de los cuales de momento sólo uno ha contratado el servicio de fibra óptica.

¿Qué hemos ganado? Ahora los vecinos nos hemos librado del monopolio de Telefónica: podremos negociar mucho más favorablemente con cualquiera de las dos compañías para obtener unos precios ventajosos. Son los beneficios del libre mercado. Para ir bien, deberían aparecer también los de Orange y los de Ono y el resto de compañías que pueda haber. De esta manera nuestra libertad de elección como clientes sería totalmente democrática.

Eso sí: como es muy poco probable que un mismo piso contrate dos compañías diferentes de fibra óptica, con la instalación actual siempre habrá cuatro entradas vacías, como mínimo. A medida que otros operadores vayan dejando su huella, iremos teniendo más chapuzas en la pared, totalmente inútiles. Pero la chapuza en sí es lo de menos. Para que esté operativo, ha de llegar un cable, que evidentemente no será compartido entre las diferentes compañías. Alguien se gastará su dinerito en hacer todo este despliegue para captar clientes, pero no hay que preocuparse: se trata de compañías privadas, no es dinero público que tengamos que poner entre todos.

¿O quizás sí? ¿Todo el mundo puede montarse una compañía de telecomunicaciones? ¿O son sólo empresas grandes, con el apoyo de grupos financieros importantes, las que se lo pueden permitir? ¿Cuánto tardarán en sacar una ley para que se supriman las antiguas líneas, y todos tengamos que ir a parar a la fibra óptica si queremos tener conexión a internet? ¿O tal vez tener un teléfono, incluso? Es un libre mercado más mercado que libre, creo yo.

Y el punto principal está en si consideramos las telecomunicaciones como un bien necesario o, por el contrario, como un artículo prescindible. Tendremos que pensar que es un bien público si creemos que es necesario que la gente esté conectada (y así lo demostraban los diferentes gobiernos al subvencionar compras de ordenadores para que más hogares se conectaran).

Y es que, además del tema financiero, la multiplicación de instalaciones es un despropósito desde el punto de vista de aprovechamiento de los recursos. Además, esta multiplicidad seguramente se produce en ciudades, dejando de lado los lugares más recónditos, que no salen a cuenta a las compañías, por la baja concentración de clientes potenciales. Se ha roto la lógica que seguían las instalaciones telefónicas hasta ahora, en las que la línea se mantenía de forma unificada, y es que este sistema sólo tenía sentido si esta compañía era neutra y, por tanto, pública.

Ahora están empezando a privatizar el agua. ¿Haremos planes hidrológicos multicompanyia? Estaría bien que fueran comprando porciones de los caudales de los ríos y que se construyeran redes de distribución diferenciadas. Dentro de un mismo edificio a cada piso llegarían tres o cuatro acometidas, y podríamos escoger cada mes cambiarnos a la compañía más barata, simplemente reconectando una manguera general.

miércoles, 31 de julio de 2013

Responsabilidades

Traducción de Responsabilitats

En un país muy lejano había una vez unos gobernantes que lo querían seguir siendo. Desde jóvenes estaban haciendo esta tarea y no sabrían a qué dedicarse si los echaban. Así que, cada cuatro años, debían presentar a sus electores unos resultados alentadores para que los volvieran a elegir. Pensaron que algo bueno sería hacer llegar a la ciudad un tren rápido, porque todo el mundo agradece poder viajar deprisa.

Comenzaron a estudiar cómo hacerlo y vieron que hacer llegar el tren rápido hasta el mismo corazón de la ciudad era difícil y obligaba a expropiar mucha gente. No querían protestas y no estaban seguros de que los ciudadanos apreciaran el tren rápido si les iba de costar tantos esfuerzos. Tampoco les gustaba que el tren se detuviera a unos cuantos kilómetros de la ciudad, como ocurría en otros lugares, porque la gente pensaría que les estaban dando gato por liebre.

Finalmente, encontraron la manera de que se pudiera hablar de alta velocidad, aunque no lo fuera totalmente. Debían llegar lo más pronto posible y no tenían todo el dinero que querían, así que ahorraron en métodos de control, siempre siguiendo estrictamente los protocolos de seguridad. De esta manera, nunca les podrían reprochar que no lo habían hecho bien, porque se habían guiado por los estándares existentes. Por fin tenían un nuevo éxito para presentar en los próximos comicios, ya se encargarían los conductores de los trenes de ir a la velocidad adecuada.

Los maquinistas encontraban que una curva determinada era arriesgada, pero cumplía los requisitos y no había habido ningún problema grave, así que tampoco se podían dar argumentos para forzar una mejora. Pensaban que les dirían: ¿Qué pasa? ¿No queréis hacer vuestro trabajo? Sólo hay que frenar cuando toca, que para eso os pagamos ¡Y bien pagados estáis!.

Un día, un maquinista estaba más distraído de la cuenta. No estaba enfermo, ni siquiera se encontraba mal, pero no tenía la concentración que era habitual en él. Era un día más de conducir un tren a 200 km/h. Una gran responsabilidad, pero una responsabilidad rutinaria. Comenzó a conducir el tren y, cuando ya estaba en marcha, se dio cuenta de que no recordaba los detalles del trayecto tan bien como se pensaba. Había unas cuantas referencias que las recordaba distintas y empezó a mirar un plano. Aún quedaban un par de túneles para llegar a la ciudad y tenía que asegurarse como iba. Pero sólo quedaba uno y cogió esa curva mal. Fue una tragedia.

Al conductor lo juzgaron por su imprudencia, pero no le importaba, la condena ya la llevaba dentro, y no le abandonaría el resto de su vida. Cada vez que cerraba los ojos reconstruía lo que había pasado aquella tarde y trataba de encontrar alguna explicación que le permitiera volverse a mirar al espejo. Casi nunca la encontraba. Se había equivocado en algún momento, sin ser consciente de ello, y aquella equivocación había truncado muchas vidas.

¿Y aquellos gobernantes? Ellos lo hicieron todo siguiendo las reglas. Sopesaron las ventajas y los inconvenientes de su decisión con tiempo, de forma pausada. Y tomaron una determinación consciente: rebajar el nivel de seguridad para poder presentar unos resultados convenientes a sus electores. Pero no necesitaban preocuparse, ni asumir responsabilidades, ni dimitir. Ellos habían hecho lo que tocaba, habían seguido los protocolos, se habían asesorado por expertos. Todo era legal.

Está claro que, por el hecho de empezar hablando de un país muy lejano, no puedo decir que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Pero quiero remarcar que no pretendo hacer un análisis de lo que realmente ha pasado, porque no conozco bien las circunstancias que rodearon la decisión de construir el tramo como se hizo, o si la motivación de la decisión fue puramente electoral. Tampoco sé los motivos por los que el conductor no pudo frenar el tren a tiempo. Menos aún puedo adentrarme en la mente de nadie, ni del maquinista ni de los responsables del trazado. Sólo quiero reflejar lo que creo que podría pasar por mi cabeza si me encontrara en la situación de uno o de los otros, ante la situación que he descrito.

domingo, 21 de julio de 2013

Democracia recauchutada

Traducción de Democràcia recautxutada

Esta entrada nace a partir del comentario que un gran bloguero y buen amigo ha hecho de la anterior, Bricolaje político: La democracia no es fácil, pero la alternativa son las dictaduras (más o menos evidentes). Totalmente de acuerdo pero, ¿qué nivel de secuestro marca el umbral por debajo del cual podemos seguir considerando que un determinado régimen puede llamarse democracia? Seguramente no hemos llegado a ese umbral, pero nos estamos acercando peligrosamente. Y acelerando. No se admiten responsabilidades. Las debilidades del sistema no están corrigiendo, sino blindando. Los principios básicos se dejan de lado para escudarse sólo en la legalidad, aplicando la norma y no la esencia. ¿En qué me baso? Todos podemos encontrar ejemplos, yo os pondré mis (algunos al menos).

Aquí nadie dimite si no se ve absolutamente forzado. Cuando aparecen nuevos casos de corrupción, muchas veces las respuestas consisten en remarcar que en el resto de partidos también hay. El mensaje transmitido no es "yo soy bueno", sino "el resto es peor". La responsabilidad de las políticas aplicadas en algunos casos, en contra de programas presentados, nunca es de quien lo aplica sino del gobierno anterior, de la coyuntura política, de las instrucciones de Bruselas o de cualquier otro factor ajeno. Si la persona que gobierna no puede aplicar la política en la que cree, debería dimitir. En caso contrario, está diciendo que es igual quien haya en el gobierno, ya que todos harán lo que les diga alguien, a quien no hemos elegido (poco democrático, ¿verdad?).

Cuando las cosas se tuercen y las noticias que aparecen en la televisión no son agradables por el gobierno, no se intenta no generar estas noticias, sino que se cambian los equipos de los informativos de la televisión pública para que no las presenten o lo hagan de una manera más "conveniente". Si hay protestas en la calle, se criminalizan y se trata de obstaculizarlas al máximo, en lugar de analizar las causas que han llevado a las personas a protestar.

También se invaden el resto de poderes, como el judicial, consiguiendo que los miembros de los diferentes organismos estén ligados al gobierno. Seguro que es legal, pero ¿quien controlará si se controla al controlador? El presidente del Tribunal Constitucional resulta que había sido militante del Partido popular cuando ya pertenecía al tribunal. Además, lo había ocultado. Quizás es legal, pero no estaría de más que dimitiera, ¿no?

El presidente del gobierno está absolutamente salpicado por dudas razonables de corrupción. La solución que presentan algunos militantes del PP, entre los que está el vicepresidente del Parlamento Europeo, Alejo Vidal-Quadras, es renovar el gobierno sin convocar elecciones, porque conduciría a un parlamento fragmentado e inestable. Quieren aplicar el derecho que tienen a agotar la legislatura, a pesar de que reconocen implícitamente que ya han perdido este derecho en el terreno de las urnas. Pasan el derecho legal de agotar la legislatura por encima de lo que admiten que sería la voluntad de la gente en este momento. Esto no lo dice un don nadie, sino un alto cargo del Parlamento Europeo. ¿No es un secuestro de la voluntad del pueblo?

Ya hace unos años una marca de neumáticos hacía publicidad bajo el eslogan Power is nothing without control (La potencia sin control no sirve de nada). Una de las imágenes de la campaña era un atleta a punto para correr con zapatos de tacón. Venía a decir que un coche, aunque tenga un motor espectacular, no nos llevará a donde queremos si no tiene unos neumáticos que le permitan agarrarse a la carretera. De la misma manera, una democracia sin control no sirve para nada: aunque tenga unas instituciones formalmente impecables, no nos llevará a donde queremos si no están arraigadas en la gente, si ésta no puede indicarle el camino a seguir.

Continuando con el símil automovilístico, podríamos decir que en los años setenta teníamos un régimen que era como un neumático gastado y a punto de estallar. Se hubiera podido cambiar pero, por motivos que aquí no cuestionaré, se decidió recauchutarlo, ponerle una nueva banda encima que le diera control, que conectara las instituciones con la gente. Han pasado los años y aquella capa se ha gastado y está saltando. Es como si apareciera el viejo neumático debajo, e instituciones y pueblo van, cada vez más, en direcciones opuestas. Se nos hace patente que tenemos una democracia recauchutada. Ahora hay que ver qué queremos hacer: si volvemos a aplicar la misma solución, o tratamos de renovar el neumático entero.