sábado, 21 de septiembre de 2013

Bondad a la fuerza

Traducción de Bondat a la força

Estos días, a raíz del debate sobre el derecho a decidir, he visto comentarios del estilo de que los referendos son peligrosos. Algunas de las posibilidades citadas eran que se decidiera no pagar impuestos, o que se aprobara la pena de muerte. Otras voces alertaban del peligro de marginar minorías por parte de la mayoría. Supongo que dentro de este saco también irían los casos en los que sube al poder, en unas elecciones democráticas, un partido que quiere abolir la democracia.

Antes de continuar, quiero aclarar explícitamente que estoy en contra de todos estos supuestos, que no quiero que se hagan realidad. Una vez posicionado, sí quiero remarcar que impedir que sea el pueblo quien decide no resuelve el problema, como mucho el aplaza. Si la mayoría no quiere pagar impuestos, lo que está pasando es que no se les encuentra sentido. Si se teme un resultado que instaure la pena de muerte, quiere decir que la mayoría piensa que la violencia del estado es lícita más allá de la defensa, hasta la venganza  Si se trata de una mayoría que carga contra una minoría, habría que ver el porqué de esta animadversión. Es muy probable que haya un problema de desconocimiento mutuo o, incluso, de desinformación, que puede haber sido provocada de forma interesada, con fines poco loables. Finalmente, una democracia en la que se escoge un partido que pretende abolirla es que realmente no funciona . O, como mínimo, así es como lo debe vivir la mayoría de la población. Si todos estos problemas los enterramos, estamos sentados sobre un barril de pólvora que nos puede estallar en cualquier momento.

En todos estos casos se puede decidir vetar la participación del pueblo en las decisiones. El problema seguirá allí, pudriéndose y generando rencores, ya que la decisión se habrá acatado, pero no entendido. Se habrán curado los síntomas, pero no la enfermedad. Detrás de las críticas a consultar las decisiones al pueblo de forma indiscriminada hay a menudo la percepción de que la gente actúa mirando únicamente por su interés y que esto motiva sus opciones. Como en el resto de casos, tenemos un problema y, seguramente, viene dado porque todo en la sociedad de hoy en día se basa en equilibrios de fuerzas que tiran hacia lados diferentes. En estas condiciones, si no se puede dejar decidir al pueblo porque lo haría mal, no tiene sentido la democracia. Es posible que parte de la población realmente sólo mire por su propio beneficio, pero yo creo que no es tanta como se piensan algunos. Lo que hace falta es trabajar para que todos asuman que el bien de los demás es también el propio.

Finalmente, hay que valorar si una sociedad que se rige por criterios de bondad y solidaridad porque no le han dejado escoger otra cosa, es realmente una sociedad buena y solidaria. Personalmente, creo que la "bondad a la fuerza" , al igual que la "solidaridad a la fuerza" no lo son realmente, aunque lo parezcan.

Capitalismo de izquierdas (sociocapitalismo)

Traducción de Capitalisme d'esquerres

Hoy he visto una reseña sobre un informe que han hecho unos economistas de izquierdas sobre las pensiones. Si no lo he entendido mal, dicen que lo que hay que hacer no es intentar ahorrar en pensiones, sino recaudar el dinero necesario para cubrirlas, ya que se trata de un derecho básico, reconocido en la Constitución. Hablan de que, si se necesita más dinero, se debe buscar no sólo en los ingresos provenientes de los salarios, sino que hay que grabar también las rentas del capital y las empresas. Indican que lo que es insostenible es la recesión y que lo que hace falta es tomar medidas para superar la caída del PIB y del empleo. Otro argumento que aportan es que en los últimos 30 años la renta per capita se ha duplicado casi y añade que espera una evolución similar en el futuro.

Estoy de acuerdo en que garantizar una pensión digna para los jubilados debe ser una de las prioridades del Estado. Estoy de acuerdo en que el dinero debe buscarse donde lo haya, sin restringirse a los salarios. Lo que ya no veo tan claro es que nuestro centro de atención deba ser el PIB y nuestro objetivo deba ser la plena ocupación, tal y como la entendemos ahora. Y es que el discurso de la izquierda más mayoritaria y los grandes sindicatos creo que no afronta el problema real, sino que quiere dar otra patada adelante .

Si estos últimos 30 años la renta per capita se ha duplicado, seguramente no es porque ahora producimos el doble de riqueza que entonces. Veo más probable que la causa sean las diversas burbujas: inmobiliaria, financiera, de infraestructuras desmesuradas, etc. Si nuestro nivel de vida es mejor, es gracias a la explotación de países del tercer mundo, donde se producen la mayor parte de los bienes que consumimos y de los males que los consumen, tanto a ellos, como al planeta y a nosotros a larga (o no tan larga).

Estamos inmersos en un sistema de crecimiento continuo e insostenible, y la receta de la izquierda capitalista es seguir con el mismo ritmo, aunque con una distribución equitativa. Dudo mucho que se encare el problema a nivel global, que el reparto equitativo incluya a los países pobres, porque entonces los números no salen. ¿Da como para que todos tengamos nuestro nivel de vida? De la misma manera, el pleno empleo con trabajos como las que estamos acostumbrados tampoco lo veo sostenible, como apuntaba en Ganarse la vida. Si ahora el mismo trabajo lo podemos hacer con menos gente, lo que hay es que repartir este menor trabajo para alcanzar lo que realmente necesitamos, no crearnos nuevas necesidades para que todos nos tengamos que "ganar la vida".

Creo que este cambio de chip es necesario y creo que no se ha hecho. Se está vendiendo una recuperación basada en los mismos esquemas que nos han llevado hasta aquí. Son unos esquemas capitalistas, que miden los estados por su PIB, por su renta per capita, en lugar de por el bienestar de sus habitantes y por el bienestar que generan en los del resto de países. Y, de paso, podríamos incluir al resto de seres vivos. Los grandes partidos de izquierda y los grandes sindicatos siguen vendiendo la ilusión de que volveremos a crecer, a aumentar el consumo, a generar más puestos de trabajo (aunque sean inútiles). Siguen propugnando una aceleración, un nuevo paso adelante cuando estamos al borde el precipicio. Siguen apostando por un capitalismo de izquierdas.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Participactivismo (derecho a decidir)

Traducción de Participactivisme

La lectura que ha inspirado esta entrada es un artículo de Javier Cercas en El País: Democracia y derecho a decidir. Según el autor no se puede ser demócrata y estar a favor del derecho a decidir. Parece que, si se quiere trabajar por la independencia respetando los principios democráticos, hay que hacerlo a través de lo que últimamente se denominan unas elecciones plebiscitarias (aunque él no emplea este término). Se trata de unas elecciones en las que todos los partidos que se posicionan claramente sobre la cuestión a tratar y, al final, los resultados electorales hacen que el parlamento resultante tome la decisión en función de los diputados obtenidos. A mí el sistema no me convence, por razones diversas:

  • Lo que votas no sólo afecta a la cuestión que se quiere decidir, sino que quien gana gobierna los cuatro años siguientes.
  • El resultado se ve distorsionado por la ley de Hondt.
  • No se puede obligar a todos los partidos a definir su postura, ya que un partido con militantes de las dos posturas deberá dividirse si se quiere definir, con la consiguiente pérdida de escaños totales.
  • No hay garantía de que acaben votando lo que dijeron en la campaña, sobre todo si cambian las condiciones entre las elecciones y la votación.

Pero debo reconocer que tiene razón en una cosa: la democracia sustentada en la Constitución española actual no reconoce el derecho a decidir de la gente de la calle. Si no he mirado mal, las decisiones las toman siempre los parlamentos (estatal o autonómicos), el Senado, los ayuntamientos, etc. Si no eres un cargo electo, sólo puedes participar en un referéndum consultivo, convocado por el Rey a petición del Congreso de los Diputados (artículo 92), o en una Iniciativa Legislativa Popular (artículo 87), que no puede afectar a materias propias de leyes orgánicas, tributarias o de carácter internacional. O sea, los ciudadanos delegamos todas nuestras decisiones a unos partidos políticos y les damos la confianza para un paquete entero. No podemos expresar nuestra discrepancia en aspectos concretos.

Y es así porque los referendums son voluntarios y consultivos. Y aunque un estatuto elaborado por un parlamento y retocado por las Cortes, supere un referéndum, también puede venir el TC, elegido por los principales partidos políticos, y recortarlo a su antojo. Las ILP también pueden tener resultados poco brillantes, si nos fijamos en el caso de la presentada por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, con 1,4 millones de firmas, y totalmente desvirtuada por el PP.

Por otra parte, los partidos no están obligados a cumplir con el programa que presentaron, sólo responden a las urnas al cabo de 4 años, si no los obligan antes a convocar elecciones, o les interesa porque creen que podrán mejorar resultados. Tampoco parece que estén obligados a respetar la Constitución según se desprende de la lectura de las obligaciones de los poderes públicos en algunos artículos:

  • Artículo 40.1. Política orientada al pleno empleo.
  • Artículo 41. Mantenimiento de un régimen de prestaciones sociales suficientes ante situaciones de necesidad, especialmente en caso de desempleo.
  • Artículo 42. Vela por los trabajadores en el extranjero y política orientada a su regreso.
  • Artículo 43.2. Organización y tutela de la salud pública.
  • Artículo 44. Tutela del acceso a la cultura y promoción de la ciencia y la investigación en beneficio del interés general.
  • Artículo 45.2. Vela por la utilización racional de los recursos naturales.
  • Artículo 47. Derecho a una vivienda digna. Están obligados a regular el uso del suelo para impedir la especulación.
  • Artículo 48. Promoción de la participación de la juventud en el desarrollo político, social, económico y cultural.
  • Artículo 50. Garantía de pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas.

Y, ¿la Constitución se puede tocar? Sí. Los dos partidos mayoritarios lo hicieron en un abrir y cerrar de ojos un mes de agosto, sin encomendarse a nadie. Ahora, si es del pueblo de dónde salen las voces de cambio, entonces resulta que es fruto de un consenso que no se puede romper, que no se sabe lo que podría pasar.

Realmente, si hacemos una descripción de la democracia sustentada en la Carta magna, llego a la conclusión de que no soy demócrata. Voy perdiendo etiquetas como hojas de un árbol en otoño, tal y como explicaba en Conflicto de etiquetas. Así que ya que no puedo ser demócrata, me defino como participactivista. Y eso me permite mirar con otros ojos un fragmento del mencionado artículo de Javier Cercas donde decía que, en democracia, no existe el derecho a decidir sobre lo que uno quiere, indiscriminadamente. Ponía el ejemplo de que no podemos decidir si debemos detenernos en un semáforo en rojo o si tenemos que pagar impuestos: tenemos que hacer las dos cosas y punto. Hombre, en principio sí, pero si hace veinte minutos que estás con el semáforo rojo y miras y no viene nadie, yo creo que puedes pasar. De la misma manera, si tus impuestos dejan de servir para pagar la sanidad, la educación, la investigación y las pensiones, y pasan a usarse para devolver parte de los intereses de una deuda demencial, hacer un gasto desproporcionado en el ejército y ampliar los cuerpos de policía anti-disturbios comprando, además, balas de goma que vacían los ojos de los ciudadanos que se manifiestan, podría ser una buena opción retenerlos en una cuenta bajo notario, declarándote objetor fiscal. A esto le llaman desobediencia civil. Seguro que tampoco es democrática.

Pero el argumento que emplea el articulista tiene una pata coja: el derecho a decidir que se plantea no es a título individual (YO no me paro en el semáforo o YO no pago impuestos), sino de toda Cataluña. Porque supongo que si la mayoría considerara que los semáforos rojos ya no funcionan, y que hay que volver a mirar para cruzar, o la mayoría decidiera que no quiere pagar para devolver los intereses de una deuda imposible de devolver, esto quizás no sería democrático, pero se le parecería bastante. Y es que si descalificamos a la mayoría, aunque sea en una consulta directa, sin mediación de los cargos electos, estamos diciendo que la población no está preparada, que no tiene criterio y que alguien debe gobernar por ella, poniendo las normas por encima de su lógica. Así pues, estaríamos en una Democracia ilustrada, aunque seguramente sería más democrática que el derecho a decidir.

Para ser honesto hay que reconocer que, el hecho de que los ejemplos puestos no señalen la mayoría, viene de que se supone que la consulta se haría sólo en Cataluña y aquí no se podría lograr la mayoría, dado que la Constitución marca que la soberanía es del pueblo español. De todos modos, dice que si una mayoría clara e inequívoca de los catalanes quiere la independencia, se le debería conceder, porque sería peor obligarla a la permanencia. En el punto en que discrepo es en el que dice que cualquier político honesto y prudente usaría unas elecciones plebiscitarias para dilucidar si existe esa mayoría. Y este punto es el que he empezado tratando hoy.

A partir de aquí, me gustaría contaros cómo sigo la historia yo. Habrá que rehacer las normas, repensarlas de nuevo, de forma que todos podamos participar de una manera más fácil. Y en eso estaba, cuando en abril apareció una propuesta de poner en marcha un proceso constituyente de base, para redactar las reglas del juego de una nueva república catalana. No es una propuesta de constitución, sino de proceso, puesto en marcha desde la base y recogiendo los frutos de todos los que se han ido asociando cada vez más para hacer frente al expolio que los poderosos vienen llevando a cabo. No es un partido político, ni tiene un programa concreto. Es una convocatoria. Eso sí, enumera unos puntos básicos, unos mínimos para garantizar que las personas pasen al centro y desplacen la economía a su papel de herramienta. Os los resumo a mi manera, que para eso se trata de un proceso participativo:


  • Auditoría de la deuda, analizando qué parte ha revertido realmente en la población, e impago de la deuda ilegítima.
  • Control público de todos los recursos básicos, impidiendo su mercantilización y que se especule con ellos. Entre los recursos básicos para mí estarían la energía, la alimentación, el agua, la vivienda, la educación, la sanidad, las comunicaciones tanto físicas como electrónicas, los medios de comunicación, la cultura y la investigación. También incluiría aquí la creación de una banca pública y ética y freno a la especulación financiera, dado que el dinero se ha convertido en un bien.
  • Reparto y dignificación del trabajo, reconociendo el doméstico y el de cuidado, actualmente no remunerados.
  • Derecho al propio cuerpo y lucha contra la violencia de género.
  • Derogación de la ley de extranjería y derechos de ciudadanía para todos los residentes.
  • Solidaridad internacional. Estado sin ejército y fuera de la OTAN.

Y, ¿por qué hacerlo para una república catalana y no para toda España? Yo os doy una serie de razones, no necesariamente ordenadas y tampoco necesariamente compartidas por las más de 43.000 personas adheridas al manifiesto hasta el momento:

  • Porque la solidaridad internacional también se puede vivir sin renunciar a la propia identidad.
  • Porque la nueva república se deberá dotar de constitución, y nos ahorramos el paso de derogar una existente.
  • Porque una organización de base es compleja y en un país más pequeño será más fácil ponerla en marcha.
  • Porque aprovechamos el empuje de la independencia, y añadimos el derecho a decidir en el terreno social, al derecho a decidir identitario.
  • Porque la caspa del gobierno del PP, sumada a la gomina del gobierno de CiU son demasiado para cualquier champú. Nos centramos en uno solo para tener más oportunidades de éxito. Diría que nos quedamos con el contrincante más fácil, pero no lo tengo del todo claro.

Que pongamos en marcha esto en Cataluña no quiere decir que no apoyemos el trabajo que hace la gente en el resto del Estado. Si esto nos funciona os pasamos la receta, de la misma manera que estaremos atentos a las vuestra para aprovecharlas.

Estos días, en comentarios de blogs y noticias he leído alguno que acababa con un: "¡Adiós España, aquí os quedáis!". No lo comparto, así que yo acabaré esta entrada a mi manera: "Bueno, el camino es largo y cuesta arriba. Nosotros vamos tirando a poner la mesa, que si no es para comer, ya apareceréis para cenar. ¡Salud! "

jueves, 12 de septiembre de 2013

Conflicto de etiquetas

Traducción de Conflicte d'etiquetes

Ya hace tiempo que sé que hay que andar con cuidado con las etiquetas, pero desde que ha aparecido el #ProcesConstituent, la cosa se ​​me está complicando. Y es que este proceso tiene de todo un poco:

  • El manifiesto tiene un fuerte componente social, tanto en la exposición como en los 10 puntos propuestos, así que se le considera de izquierdas.
  • El proceso que propone es para una nueva República catalana, lo que da pie a tacharlo de independentista y, quizás también, de nacionalista, dado que a menudo se confunden los dos términos.
  • Los promotores están vinculados al cristianismo: Teresa Forcadespor razones obvias y Arcadi Oliveres porque es presidente de una entidad cristiana. Aunque en ninguna parte del manifiesto se hace mención a ninguna religión, ha levantado reticencias en este sentido, vinculándolo en algunos casos a la religión.

¿Y cuál es mi problema? Pues que siempre me he considerado de izquierdas, pero voy leyendo en muchos lugares diferentes que no se puede ser de izquierdas y religioso o que no se puede ser de izquierdas e independentista. Vamos por partes.

Para mí, las personas tienen unas convicciones y actúan de unas maneras determinadas. Si alguien llega a la conclusión de que necesitamos un mundo más justo porque Dios nos ama a todos y hay que trabajar para traer el Reino de Dios entre los hombres, es igual de válido que si alguien llega a la misma conclusión desde criterios puramente humanísticos. Y si hay una experiencia que ha sido buena para ti y quieres compartirla con los demás, por si también les ayuda, no estás haciendo nada malo. Es más, tal vez lo que estaría mal sería no compartirla y quedártela sólo para ti. Otra cosa es que intentes imponerla. En esto sí que estaría totalmente en contra, pero no es el caso. Con esto no quiero decir que yo sea creyente. De hecho, hace muchos años que no acabo de saber si lo soy o no. Lo que sí tengo claro es el respeto que me infunde la gente que defiende las causas justas, independientemente de sus creencias íntimas.

Luego viene el cóctel de independentismo e izquierdas. En muchos lugares se habla de que las izquierdas deben ser internacionalistas y, por tanto, contrarias a la independencia. A mí eso me sorprende, porque la irrupción de la derecha al independentismo en Cataluña es muy reciente, y aún está llena de contradicciones. Cuando yo iba a la facultad, la gente independentista era de izquierdas, y más bien de las radicales. Lo que sí es cierto es que había derecha catalanista y, más o menos, nacionalista. El nacionalismo es un tema más delicado, porque introduce un factor sentimental que puede ser peligroso. No tiene porque serlo pero existe el riesgo. Lo que  me gustaría preguntar a los que niegan que la independencia sea compatible con la izquierda es si estarían de acuerdo en que las políticas educativas del colegio de sus hijos las decidiera en Bruselas un gobierno elegido por todos los europeos. O si querrían que la política laboral o monetaria la fijara este mismo gobierno. Lo dudo, aunque esto sería mucho más internacionalista.

Pero el lenguaje tiene trampas. A menudo la izquierda se llama progresista y la derecha conservadora. Yo, entre progresistas y conservadores me apunto a los primeros, pero no quiero un progreso que suponga crecimiento indefinido y depredación de recursos. Se han hecho muchas barbaridades en nombre del progreso. En cambio sí que quiero conservar el planeta para nuestros descendientes y los del resto de las especies. Quiero conservar los servicios públicos que tanto costó montar, en lugar del progreso que supone montar negocios especializados en obtener beneficios de los servicios básicos. Quiero conservar mi cultura y la de todos los pueblos de la Tierra, y que no se vean aniquiladas por el progreso de una globalización uniformadora .

De la misma manera, no soy individualista, pero creo en una sociedad en la que el centro sean las personas y no el Estado. Cualquier organización de la que nos dotamos debe servirnos a todos, no debemos ser nosotros sus siervos. Soy de izquierdas si implica el reparto justo de los bienes disponibles, pero no quiero un Estado socialista o comunista todopoderoso que me marque qué hacer. No quiero que el Estado me garantice la sanidad y la educación, sino que quiero tener unos servicios públicos de calidad. Servicios públicos sanitarios, educativos, de abastecimiento de energía y agua, alimentarios, de vivienda, etc . Lo que consideramos básico .

Para mí la diferencia entre que los dé el Estado y que sean servicios públicos, es que estos últimos son de todos, que todos participamos para crearlos y hacerlos nuestros. Y también para controlarlos. Así los apreciaremos y respetaremos y, de paso, no nos los secuestrarán como están haciendo ahora. Estos servicios no es necesario que los preste el estado. Por ejemplo, pueden ser cooperativas sin ánimo de lucro, siempre que sean transparentes. Hoy en día hay cooperativas de enseñanza concertadas o centros de asistencia primaria autónomos que funcionan bien. En Finlandia los directores de las escuelas escogen su equipo. Alternativas hay y habrá que explorarlas. Ya es hora de que nos pongamos manos a la obra y empecemos a construir nosotros lo que queremos, porque los políticos profesionales, los "especialistas" de la política, nos han fallado.

También creo en la iniciativa privada, en que cada uno pueda poner en marcha los proyectos que crea oportunos, siempre que no esté perjudicando a nadie, o malgastando los recursos que son de todos, porque vivimos en un planeta finito, y cada vez estamos llegando más a su límite.

Soy de izquierdas para los que quieren privatizarlo todo para que dé el máximo rendimiento económico, pero no lo soy para los que quieren anular la diversidad en nombre de la igualdad. Soy independentista porque votaría sí en una consulta hoy, pero no lo soy porque para mí no es una meta, sino una buena oportunidad. No soy creyente porque no he conseguido creer, aunque a veces pienso que todo sería más fácil. Y quizás es mejor así, sin etiquetas, dejando que los distintos matices nos enriquezcan.

martes, 3 de septiembre de 2013

¿Unidad o uniformidad?

Traducción de Unitat o uniformitat?

La propuesta #EncerclemLaCaixa del Procés Constituent para el 11 de septiembre consiste en crear un lazo en la Via Catalana que rodee de la sede de La Caixa, y está siendo polémica. La mayoría de críticas que he leído apuntan a que es inoportuna, que el 11 de septiembre hay que centrarse en la de independencia y dejar el resto de reivindicaciones para los demás días del año. Hace unos días leí una crítica especialmente virulenta: La cagaradeta del Procés Constituent. Supongo que la animadversión que siente el autor hacia la propuesta del manifiesto lanzado por Arcadi Oliveres y Teresa Forcades, le hizo ser especialmente agresivo. De aquella lectura ha salido esta entrada, pero no para rechazar el tono en el que está escrito el comentario (que encuentro deplorable), sino para hablar de la manera como defiende la unidad de acción. Hay una pequeña anécdota en el texto, que para mí es simbólica: en el primer párrafo habla de que el país es de todos y de todos colores e ideologías, pero en el tercero carga contra los que quieren expresar su opinión con una camiseta de color diferente a la de la convocatoria de la ANC (Assemblea Nacional de Catalunya, organizadora de la Via Catalana). Ya sé que la mención a las camisetas es un ejemplo, un detalle, pero me hace pensar que, más que la unidad, lo que está defendiendo es la uniformidad. Quizás se entenderá mejor lo que quiero decir si cuento los motivos por los que me he apuntado a rodear La Caixa.

En primer lugar, hay que tener en cuenta que la convocatoria no se ha hecho de espaldas a la ANC, sino de forma coordinada. Es por eso que los que nos apuntamos a este tramo contaremos también, sumaremos dentro del cómputo total de participantes, no restaremos. Pero en mi caso, aún es más claro que no será una resta, porque no hubiera participado en la Vía Catalana y, en cambio, sí iré a rodear La Caixa. Y es que el error en que se cae a menudo es pensar que, en una hipotética consulta, todos los que votarían a favor de la independencia lo harían por las mismas razones.

El autor del comentario citado señala como la causa principal de nuestros males el llamado expolio fiscal de España. Según este razonamiento, una vez terminado este expolio todo será más fácil y ya podremos resolver los problemas de Cataluña. Este es el mensaje que nos transmiten CDC y ERC casi a diario. Yo no creo que este sea el problema más importante al que nos debemos enfrentar para solucionar nuestros problemas. Para mí es mucho más grave el expolio social al que estamos sometidos. Es mucho más grave que se respeten los derechos adquiridos de los poderosos, mientras se pisan y se destruyen los del 99% de la población. El cálculo de las balanzas fiscales no deja de ser una simulación, no se puede tomar como un dogma de fe, como una certeza. No creo que se pueda afirmar que los trabajadores de las otras partes del Estado nos estén quitando nuestros recursos. Lo que sí tengo claro es que los poderosos están expoliando a los trabajadores, los parados y los pensionistas. Las diferencias son cada vez mayores, no sólo porque bajen los de abajo, sino también porque suben los de arriba. Y este desequilibrio está en todos los niveles: mundial, europeo, español y catalán. Creo que las prioridades con las que se están gastando los recursos actualmente no son las correctas, aunque haya poco margen de maniobra a nivel de la Generalitat.

Y entonces, ¿por qué votaría a favor de la independencia actualmente? Yo no tendría problema en estar en un Estado español que entendiera y respetara la identidad de los diferentes pueblos que lo componen actualmente. Pero la respuesta que se ha dado desde los diferentes estamentos del estado a la aprobación del Estatuto primero, y a la celebración de una consulta de autodeterminación después, me han dejado claro que este encaje no es posible, que hay unas visiones tan diametralmente opuestas de lo que es España, que no veo que se puedan conciliar. Pero hay un segundo motivo para votar a favor de la independencia y se concretó en abril, con la presentación del manifiesto por el Proceso Constituyente: la creación de la nueva República catalana puede permitir replantear el modelo de estado que queremos y construir uno nuevo, centrado en las personas.

Así pues, desde mi perspectiva no tengo claro de apuntarme a una Via Catalana per la independència, sin más contenido. Para mí la independencia no es la meta más importante y me incomoda la lectura que se hará de mi participación el día siguiente. Y el ejemplo más claro es lo que ocurrió con la manifestación del año pasado. Si CiU no hubiera cometido el error táctico de anticipar las elecciones, pensando que sacaría mayoría absoluta, ahora estaría sumando los participantes como apoyos a su política, cargando contra el expolio fiscal y apoyando los recortes.

La cadena que rodeará La Caixa me permite expresar mi suma al proceso de independencia, pero mi resta de los que piensan que todos nuestros males vienen de fuera de Cataluña, que no tenemos nada que revisar en nuestra casa. Para mí no vale cualquier tipo de independencia, sino que quiero una que sirva para hacer una revisión integral. Para mí, la independencia no es el objetivo, sino la mejor opción de relación con el resto de los pueblos de España, dadas las alternativas actuales, y una buena oportunidad para darle la vuelta al capitalismo que nos está comiendo .

Es en este sentido que creo en la unidad del acto, pero no en su uniformidad.


P.D.: Algunas entradas de hace un año creo que ayudan a clarificar mi postura sobre todo esto: