miércoles, 18 de septiembre de 2013

Participactivismo (derecho a decidir)

Traducción de Participactivisme

La lectura que ha inspirado esta entrada es un artículo de Javier Cercas en El País: Democracia y derecho a decidir. Según el autor no se puede ser demócrata y estar a favor del derecho a decidir. Parece que, si se quiere trabajar por la independencia respetando los principios democráticos, hay que hacerlo a través de lo que últimamente se denominan unas elecciones plebiscitarias (aunque él no emplea este término). Se trata de unas elecciones en las que todos los partidos que se posicionan claramente sobre la cuestión a tratar y, al final, los resultados electorales hacen que el parlamento resultante tome la decisión en función de los diputados obtenidos. A mí el sistema no me convence, por razones diversas:

  • Lo que votas no sólo afecta a la cuestión que se quiere decidir, sino que quien gana gobierna los cuatro años siguientes.
  • El resultado se ve distorsionado por la ley de Hondt.
  • No se puede obligar a todos los partidos a definir su postura, ya que un partido con militantes de las dos posturas deberá dividirse si se quiere definir, con la consiguiente pérdida de escaños totales.
  • No hay garantía de que acaben votando lo que dijeron en la campaña, sobre todo si cambian las condiciones entre las elecciones y la votación.

Pero debo reconocer que tiene razón en una cosa: la democracia sustentada en la Constitución española actual no reconoce el derecho a decidir de la gente de la calle. Si no he mirado mal, las decisiones las toman siempre los parlamentos (estatal o autonómicos), el Senado, los ayuntamientos, etc. Si no eres un cargo electo, sólo puedes participar en un referéndum consultivo, convocado por el Rey a petición del Congreso de los Diputados (artículo 92), o en una Iniciativa Legislativa Popular (artículo 87), que no puede afectar a materias propias de leyes orgánicas, tributarias o de carácter internacional. O sea, los ciudadanos delegamos todas nuestras decisiones a unos partidos políticos y les damos la confianza para un paquete entero. No podemos expresar nuestra discrepancia en aspectos concretos.

Y es así porque los referendums son voluntarios y consultivos. Y aunque un estatuto elaborado por un parlamento y retocado por las Cortes, supere un referéndum, también puede venir el TC, elegido por los principales partidos políticos, y recortarlo a su antojo. Las ILP también pueden tener resultados poco brillantes, si nos fijamos en el caso de la presentada por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, con 1,4 millones de firmas, y totalmente desvirtuada por el PP.

Por otra parte, los partidos no están obligados a cumplir con el programa que presentaron, sólo responden a las urnas al cabo de 4 años, si no los obligan antes a convocar elecciones, o les interesa porque creen que podrán mejorar resultados. Tampoco parece que estén obligados a respetar la Constitución según se desprende de la lectura de las obligaciones de los poderes públicos en algunos artículos:

  • Artículo 40.1. Política orientada al pleno empleo.
  • Artículo 41. Mantenimiento de un régimen de prestaciones sociales suficientes ante situaciones de necesidad, especialmente en caso de desempleo.
  • Artículo 42. Vela por los trabajadores en el extranjero y política orientada a su regreso.
  • Artículo 43.2. Organización y tutela de la salud pública.
  • Artículo 44. Tutela del acceso a la cultura y promoción de la ciencia y la investigación en beneficio del interés general.
  • Artículo 45.2. Vela por la utilización racional de los recursos naturales.
  • Artículo 47. Derecho a una vivienda digna. Están obligados a regular el uso del suelo para impedir la especulación.
  • Artículo 48. Promoción de la participación de la juventud en el desarrollo político, social, económico y cultural.
  • Artículo 50. Garantía de pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas.

Y, ¿la Constitución se puede tocar? Sí. Los dos partidos mayoritarios lo hicieron en un abrir y cerrar de ojos un mes de agosto, sin encomendarse a nadie. Ahora, si es del pueblo de dónde salen las voces de cambio, entonces resulta que es fruto de un consenso que no se puede romper, que no se sabe lo que podría pasar.

Realmente, si hacemos una descripción de la democracia sustentada en la Carta magna, llego a la conclusión de que no soy demócrata. Voy perdiendo etiquetas como hojas de un árbol en otoño, tal y como explicaba en Conflicto de etiquetas. Así que ya que no puedo ser demócrata, me defino como participactivista. Y eso me permite mirar con otros ojos un fragmento del mencionado artículo de Javier Cercas donde decía que, en democracia, no existe el derecho a decidir sobre lo que uno quiere, indiscriminadamente. Ponía el ejemplo de que no podemos decidir si debemos detenernos en un semáforo en rojo o si tenemos que pagar impuestos: tenemos que hacer las dos cosas y punto. Hombre, en principio sí, pero si hace veinte minutos que estás con el semáforo rojo y miras y no viene nadie, yo creo que puedes pasar. De la misma manera, si tus impuestos dejan de servir para pagar la sanidad, la educación, la investigación y las pensiones, y pasan a usarse para devolver parte de los intereses de una deuda demencial, hacer un gasto desproporcionado en el ejército y ampliar los cuerpos de policía anti-disturbios comprando, además, balas de goma que vacían los ojos de los ciudadanos que se manifiestan, podría ser una buena opción retenerlos en una cuenta bajo notario, declarándote objetor fiscal. A esto le llaman desobediencia civil. Seguro que tampoco es democrática.

Pero el argumento que emplea el articulista tiene una pata coja: el derecho a decidir que se plantea no es a título individual (YO no me paro en el semáforo o YO no pago impuestos), sino de toda Cataluña. Porque supongo que si la mayoría considerara que los semáforos rojos ya no funcionan, y que hay que volver a mirar para cruzar, o la mayoría decidiera que no quiere pagar para devolver los intereses de una deuda imposible de devolver, esto quizás no sería democrático, pero se le parecería bastante. Y es que si descalificamos a la mayoría, aunque sea en una consulta directa, sin mediación de los cargos electos, estamos diciendo que la población no está preparada, que no tiene criterio y que alguien debe gobernar por ella, poniendo las normas por encima de su lógica. Así pues, estaríamos en una Democracia ilustrada, aunque seguramente sería más democrática que el derecho a decidir.

Para ser honesto hay que reconocer que, el hecho de que los ejemplos puestos no señalen la mayoría, viene de que se supone que la consulta se haría sólo en Cataluña y aquí no se podría lograr la mayoría, dado que la Constitución marca que la soberanía es del pueblo español. De todos modos, dice que si una mayoría clara e inequívoca de los catalanes quiere la independencia, se le debería conceder, porque sería peor obligarla a la permanencia. En el punto en que discrepo es en el que dice que cualquier político honesto y prudente usaría unas elecciones plebiscitarias para dilucidar si existe esa mayoría. Y este punto es el que he empezado tratando hoy.

A partir de aquí, me gustaría contaros cómo sigo la historia yo. Habrá que rehacer las normas, repensarlas de nuevo, de forma que todos podamos participar de una manera más fácil. Y en eso estaba, cuando en abril apareció una propuesta de poner en marcha un proceso constituyente de base, para redactar las reglas del juego de una nueva república catalana. No es una propuesta de constitución, sino de proceso, puesto en marcha desde la base y recogiendo los frutos de todos los que se han ido asociando cada vez más para hacer frente al expolio que los poderosos vienen llevando a cabo. No es un partido político, ni tiene un programa concreto. Es una convocatoria. Eso sí, enumera unos puntos básicos, unos mínimos para garantizar que las personas pasen al centro y desplacen la economía a su papel de herramienta. Os los resumo a mi manera, que para eso se trata de un proceso participativo:


  • Auditoría de la deuda, analizando qué parte ha revertido realmente en la población, e impago de la deuda ilegítima.
  • Control público de todos los recursos básicos, impidiendo su mercantilización y que se especule con ellos. Entre los recursos básicos para mí estarían la energía, la alimentación, el agua, la vivienda, la educación, la sanidad, las comunicaciones tanto físicas como electrónicas, los medios de comunicación, la cultura y la investigación. También incluiría aquí la creación de una banca pública y ética y freno a la especulación financiera, dado que el dinero se ha convertido en un bien.
  • Reparto y dignificación del trabajo, reconociendo el doméstico y el de cuidado, actualmente no remunerados.
  • Derecho al propio cuerpo y lucha contra la violencia de género.
  • Derogación de la ley de extranjería y derechos de ciudadanía para todos los residentes.
  • Solidaridad internacional. Estado sin ejército y fuera de la OTAN.

Y, ¿por qué hacerlo para una república catalana y no para toda España? Yo os doy una serie de razones, no necesariamente ordenadas y tampoco necesariamente compartidas por las más de 43.000 personas adheridas al manifiesto hasta el momento:

  • Porque la solidaridad internacional también se puede vivir sin renunciar a la propia identidad.
  • Porque la nueva república se deberá dotar de constitución, y nos ahorramos el paso de derogar una existente.
  • Porque una organización de base es compleja y en un país más pequeño será más fácil ponerla en marcha.
  • Porque aprovechamos el empuje de la independencia, y añadimos el derecho a decidir en el terreno social, al derecho a decidir identitario.
  • Porque la caspa del gobierno del PP, sumada a la gomina del gobierno de CiU son demasiado para cualquier champú. Nos centramos en uno solo para tener más oportunidades de éxito. Diría que nos quedamos con el contrincante más fácil, pero no lo tengo del todo claro.

Que pongamos en marcha esto en Cataluña no quiere decir que no apoyemos el trabajo que hace la gente en el resto del Estado. Si esto nos funciona os pasamos la receta, de la misma manera que estaremos atentos a las vuestra para aprovecharlas.

Estos días, en comentarios de blogs y noticias he leído alguno que acababa con un: "¡Adiós España, aquí os quedáis!". No lo comparto, así que yo acabaré esta entrada a mi manera: "Bueno, el camino es largo y cuesta arriba. Nosotros vamos tirando a poner la mesa, que si no es para comer, ya apareceréis para cenar. ¡Salud! "

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